Estaba ayer sentado en Aeroparque. Escribía un mensaje a la gente de prensa de Aerolíneas Argentinas para que corrijan los guiones de los anuncios de los vuelos y las voces de las azafatas, plagados de mismos y huérfanos de artículos. Por suerte apareció un amigo a advertirme que parecía un estúpido más de esos que trabaja en los aeropuertos: no lo haré más.
Nos pusimos a hablar de los diarios, que es siempre tema de conversación cuando hay un periodista. Y volví a confirmar la sensación de matrimonio que hay en los lectores (cfr. Los diarios y el matrimonio en Paper Papers 26/12/06). Todo lo que me dijo Ernesto sobre su diario fueron las palabras sabias de un lector que convive con un periódico. Estaba molesto por algunos cambios en la línea editorial, pero más le molestaba todavía la coherencia de otro diario que pudo mantener una línea gracias a que su dueño tiene dinero suficiente.
El poder ha prostituido a los perioditas, al periodismo y a la industria. Pero no es solo culpa del poder: en partes iguales tiene la culpa la industria. Años de independencia se pierden en minutos cuando se vende la conciencia de un diario. Sería más provechoso -y también más justo- morir abrazados a bandera de la libertad.
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