Durante los últimos quince días de marzo ocurrieron dos hechos bien interesantes en Cartagena de Indias. La semana pasada se reunieron los más importantes lingüistas castellanos en IV Congreso Internacional de la Lengua Española. Los 80 años de Gabriel García Márquez hicieron coincidir en la bellísima ciudad del Caribe a tan augustos representantes de la segunda lengua del planeta, la que hablamos y escribimos casi 500 millones de personas, sin contar los cientos de millones que la saben porque la estudiaron. Allí, en Cartagena, se lanzó y se agotó una edición especial de “Cien años de soledad” con un error memorable en su promoción. Y allí también estuvieron los reyes de España -que no son eruditos pero sí augustos- además del presidente Uribe, y, por supuesto el Gran Gabo, cada día más inmortal, que recibió homenajes de todo el mundo.
Apenas unos días antes había terminado, también en la mágica Cartagena, la Reunión de Medio Año de la Sociedad Interamericana de la Prensa: la SIP, que los gringos llaman IAPA por sus siglas en inglés. También fue de esa partida Gabriel García Márquez, aunque se escaqueó del panel sobre narrativa: una lástima, ya que era lo más importante que se podía decir en esa reunión de periodistas y él estaba a esa hora en su propia casa tomado mojitos, a metros del lugar de las deliberaciones. Al final solo lo aprovecharon sus propios amigos, a los que tocó compartir su mesa en un almuerzo bastante bien regalado. Bill Gates, apareció al final, como estaba anunciado, para cerrar la reunión y morirse de calor. Dijo que la era digital evitará la tala de millones de pinos… Es que no sabe todavía que es al revés: sin diarios no habría pinos pues los plantamos para eso, lo mismo que no existirían los pollos si no los comiéramos, o los toros bravos si se acabaran las corridas. Esta insistencia de los periódicos por hablar de Internet me aburre hasta el sopor; como si los empresarios de radio se reunieran para hablar sobre fotografía digital.
Después de debatir sobre otra industria y considerar la inmortalidad del cangrejo, la SIP ha denunciado planes deliberados por doquier contra la prensa libre en nuestra América Latina. Están preocupados, entre otras cosas, por las declaraciones del presidente Evo Morales, que ha dicho con una clarividencia sorprendente que quiere "que se informe a esa organización llamada Sociedad Interamericana de Prensa que en Bolivia hay libertad de prensa, hay libertad no sólo de prensa, sino incluso libertad para discriminar, para marginar, para humillar, para acusar falsamente". Deberían saber los cráneos de la prensa que estas bravuconadas son lluvias pasajeras en la historia de la industria y que no vale la pena perder ni un minuto de nuestro tiempo con todo lo que hay que ver en Cartagena de Indias.
Por distintos motivos siempre algún poder (o algún desequilibrado) cercena la libertad de prensa: pero la industria sabe capear el temporal y consigue filtrarse por los resquicios del poder o esquivar al chiflado ocasional. La SIP se ocupa de ellas en declaraciones y advertencias, generalmente tan poco eficaces como el sermón de un cura a los convencidos que ya están en misa. La publicidad de los gobiernos se he convertido en una suerte de extorsión a la que muchas veces la industria se ha prestado con lamentables resultados: se trata, casi siempre, de publicidad innecesaria, cara y con el único fin de comprar la voluntad del medio en cuestión. En este contexto, cuando el poder retacea o retira la publicidad a los medios que critican su accionar, les hace un favor: los vuelve libres y los coloca frente a su verdadero negocio.
Otras amenazas, mucho más graves, pesan hoy sobre la libertad de prensa en nuestra América mestiza. Sin ir más lejos, podría ocuparse la SIP de defender una industria económicamente sustentable, pues es la insolvencia económica de muchos medios la que los lleva a caer en las mencionadas maniobras de extorsión con la publicidad pública o privada. Además en muchos países el sistema distribución y comercialización de periódicos es tan perverso y mafioso que asfixia a los diarios y les impide vender su producto con libertad. Para colmo está amparado por leyes antiguas, injustas y poco republicanas.
Pero muchísimo más grave todavía es la degradación cultural que aumenta cada año en nuestro continente. Se hace difícil encontrar profesionales idóneos para expresarse y público capaz de comprender los mensajes. Sin lenguaje no hay expresión posible, y la libertad de pensamiento se vuelve una quimera. Peor amenaza que las broncas de Hugo Chávez, de Evo Morales o de Néstor Kirchner es la ignorancia de nuestro pueblo. Peor todavía que la cárcel de los hermanos Castro a 28 periodistas cubanos es la pobreza de nuestra gente. La educación es la verdadera riqueza de un pueblo. No es posible la libertad de expresión si ni siquiera sabemos usar el lenguaje. Y más grave todavía es que a veces no llegamos a saber que nos falta esa libertad. Es una desgraciada realidad latinoamericana: nadie puede decir lo que no sabe cómo decir.
(se publicó hoy en El Universo de Guayaquil)
1 comentario:
jajajajjaj
Publicar un comentario