El artículo publicado en El Universo de Guayaquil el pasado jueves provocó la reacción de una periodista escuatoriana con quien estoy del todo de acuerdo. Como no le he pedido permiso, la publico sin citar su nombre:
"¿Acaso estos gobiernos de los cuales ahora nos quejamos no son resultado de nuestros propios errores, en gran parte? Acaso la terrible desigualdad y miseria que lleva a nuestros pueblos a preferir al populismo y la confrontación, no son -en gran parte- consecuencia de fallas de la prensa en su tarea de informar y escudriñar sobre el incumplimiento de las autoridades de turno? ¿Acaso no hemos callado demasiado toda la corrupción que hemos visto? ¿Acaso no hemos encubierto la impunidad? ¿Acaso la prensa no divulga y populariza todas las costumbres inmorales de nuestra sociedad con el cuento que están de moda? Por obra y omisión, por error y hasta de buena fe, la prensa es una de las responsables de la ignorancia de América Latina. Ignorancia que incluye la actitud de los mismos directores y dueños de los medios que hoy se angustian, pues en los tiempos de las vacas gordas se han dedicado a disfrutar del privilegio de ser empresarios de la comunicación en lugar de luchar por ser humildes servidores de los verdaderos dueños de la información que son los ciudadanos."
No me cabe duda de la responsabilidad que ha tenido y tiene todavía la prensa argentina en la peor crisis de la historia del país, la que lo llevó a la quiebra económica e institucional a fines de 2001. Los medios argentinos han sido cómplices de la dirigencia corrupta que llevó al caos a la nación. Se prestaron a sus juegos y a sus extorsiones y ocultaron la verdad a los ciudadanos. La dirigencia no es solo la política: junto a ellos han llevado al abismo a todo un país sus empresarios, sindicalistas, fuerzas armadas y de seguridad, líderes religiosos, dirigentes deportivos... y, por supuesto, los medios de comunicación. Salvo escasas excepciones todos tenemos la culpa, pero especialmente la tenemos los que debíamos denunciar las manipulaciones, la corrupción generalizada y las mafias enquistadas en el poder a todos los niveles.
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