"Donde no hay competencia reina la incompetencia", le oi decir a un consultor de esos que después miran para abajo para que los aplaudan. Hoy en el IVC (Instituto Verificador de Circulaciones) escuché algo parecido: cuando los miembros eran los diarios monopólicos de las capitales de provincia de la Argentina, eran todo amigos. Ahora que tienen competencia, se pelean a cada rato. "¿Y qué te parece que es la competencia?" pregunté atónito ante semejante descubrimiento.
"Es muy bueno que haya competencia y solo sirve para destruirla" es otra frase, un poco más realista, que oí una vez a un viejo profesor de una escuela de negocios en España. La competencia nos despierta, como la guerra, como el hambre y la sequía. A los humanos -y a todos los animales- nos hace fuertes la adversidad y nos aburguesa la comodidad.
No me preocupa que el IVC tarde en descubrir que competencia no es lo mismo que coleguismo. Muchos empresarios de medios y periodistas somos capaces de compartir hasta la ropa con nuestros pares, aunque sean competencia. Peleamos por la verdad, pero no por una bobina de papel. Competimos por llegar antes, pero no por una copa de champagne.
Lo que me preocupa es que el IVC -y ADEPA, la SIP, la WAN y toda asociación de periodistas o de medios- acepte en sus filas a ladrones, extorsionadores, cachafaces, mentirosos, narcotraficantes y estafadores, solo porque tienen un periódico. Con esos me cuesta compartir la ropa, el champagne y las bobinas de papel.
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