En el año 1983 Sendero Luminoso comenzó a atentar contra las torres de alta tensión que alimentan de energía a varias ciudades del Perú. Muchas noches Lima quedaba en tinieblas, oscura como el carbón. No solo falta la luz cuando no hay energía eléctrica: tampoco hay televisión, ni agua, ni calor, ni frío, ni semáforos, ni radares, ni lanzaderas, ni rotativas, ni los millones de zumbidos que arrullan los oídos. La negrura atrapa en lugares desconocidos, en la ducha o en el ascensor. Muchos moribundos que se mueren porque la energía no les marca el paso y la comida se echa a perder adentro de las heladeras. Cierran las oficinas, las tiendas, los bares y algún vivo se roba lo que puede del supermercado. Las calles se llenan de desamparados que intentan volver a sus casas a tientas y tropezones. En la oscuridad absoluta no se sabe qué pasa ni qué hay que hacer. Los que están en su casa no se atreven a salir y solo les queda la zozobra de esperar al marido, a la mujer o los padres. No había teléfonos móviles entonces, pero sin energía en las antenas tampoco hubieran funcionado. Muchos limeños, aterrados, se hundían en la ansiedad. A las tinieblas se agregaba la explosión de algún coche bomba, los secuestros y los asesinatos. Sendero Luminoso asesinó a más de 31.000 personas en esos años.
Entonces la voz de Miguel Humberto Aguirre -Migua para todo el mundo- acompañaba a los limeños desde los estudios de Radio Programas del Perú. Cuando empezaron los atentados, en RPP compraron urgente dos generadores, uno para el estudio y otro para la antena de transmisión. Así se mantuvo en el aire, y en medio de la inmensa ansiedad, Migua acompañaba y contenía a los oyentes con simpatía y le quitaba dramatismo al apagón: lo contrario de lo que buscaba Sendero Luminoso.
Hoy los limeños reconocen a Migua cuando habla. Lo he comprobado al acompañarlo en un taxi, andando por la calle o al pedir el menú en un restaurante. Todavía le queda un dejo chileno a este periodista que vive en el Perú desde el 15 de septiembre de 1973. Por casualidad estaba afuera de su país -en Brno, entonces Checoslovaquia- cuando el golpe de Pinochet. Y ya no volvió a su patria hasta el plebiscito que en 1988 le dijo no al general. "No quería pedir permiso para entrar a mi país" se excusa restándose importancia. Entonces ya era tarde para otra mudanza familiar y ya se quedó en el Perú.
El caso de Migua y los apagones en la Lima, sitiada por Sendero Luminoso, es un paradigma del periodismo que cambia la realidad en lugar de mirarla desde afuera. Migua no relataba el apagón: lo sufría junto con sus oyentes a quienes animaba, contenía y calmaba. En Radio Programas del Perú estaban seguros de la misión que debían cumplir en ese momento de la historia del país, pero también sabían muy bien que estar en el aire en esos momentos era su negocio. Hoy es la emisora con más audiencia y más credibilidad del Perú. También la más querida por los peruanos.
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