Seguí leyendo el prólogo de Mario Diament a Las palabras son acciones, la historia política y profesional de La Opinión de Jacobo Timerman, de Fernando Ruiz:
"La redacción de La Opinión no era, como pronto descubriría, un grupo precisamente armónico. Las personalidades y las ideologías, en un período de extraordinaria ebullición política, producían líneas divisorias tan anchas como profundas. Había peleas histéricas y bromas ácidas y feroces. Al poco tiempo de estar allí, vi a Martín Müller arrojarle un diccionario por la cabeza a Ricardo Halac, lo que interpreté como un acto altamente alegórico de una redacción donde lo que prevalecía era el intelecto. Pero había al mismo tiempo una energía creativa que impregnaba el aire y atizaba la imaginación. Raramente volvería a sentir una atmósfera así en una redacción".
Ya se ve que la dureza de un director es compatible con una redacción creativa. He comprobado que solo puede exigir el Director o el Jefe de Redacción que se exige a sí mismo. Así debía ser Jacobo Timerman, y Félix Laíño, y Allen Neuhrath, y Benjamin Bradlee...
El director/dictador, en Paper Papers, 29/5/07
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