Ayer asistí a la inauguración del acceso al pueblo de Urquiza, a unos 70 kilómetros de Posadas: fue un acto político en el que el gobernador de Misiones entregó cantidad de regalos a los presentes y sus ministros aprovecharon para verlo un ratito ya que apenas habla con ellos.
Resulta que no había móvil en el diario para llegar hasta allí así que me ofrecí para llevar a un redactor y un fotógrafo hasta Urquiza. De paso hablo con ellos y doy un paseo. Poco antes de llegar nos pasó la caravana del gobernador que se detuvo en la entrada del pueblo a saludar al intendente y otras autoridades que lo esperaban para darle la bienvenida. Al parar mi coche para que se bajara el fotógrafo, noté un ruido y me bajé a ver qué había pasado. En ese momento pasó el gobernador a dos metros y nos cruzamos las miradas por casualidad. Puso una cara bastante dura. Después presencié el acto de lejos, pero a la vista del gobernador y de su corte de los milagros encaramada en el estrado: discursos de chupamedias y bombos mutuos a un público escaso. Todo previsible, menos el ataque desmedido del goberndor a la prensa independiente.
Una funcionaria conocida me encontró deambulando por ahí: no quería que nos vieran juntos. Me dijo que le di tema y motivo para su discurso. El hombre está dispuesto a perseguir a todo el que lo critique. Por ahora va perdiendo: cosas que pasan en la tierra del yaguarté.
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