Sorprende el silencio de muchos políticos y gobernantes sudamericanos ante el atropello de Hugo Chávez a la libertad de expresión en Venezuela. El hecho, tan legal como el exterminio de los judíos en la Alemania nazi, es que el presidente bolivariano cerró un canal de TV por pensar distinto. Por no meterse con los asuntos internos del Tercer Reich, muchos gobernantes habrán ignorado las atrocidades del regimen de Hitler... Y ese es solo un caso de tantos en los que el miedo y la indolencia impiden la defensa de la libertad de millones de habitantes del planeta, o de nuestra Iberoamérica.
Hay gobernantes que prefieren no enfrentarse contra la verborragia de Chávez. Otros es posible que piensen como él. Alguno, hasta más inteligente, está esperando a ver cómo le va, para actuar después. Son épocas de pragmatismo político y no de ideologías. Por eso mismo es una mala temporada para la libertad. Cuando se gobierna con la billetera solo importa lo que se compra con billetes. Pero tiene forma de puñal la fidelidad comprada.
Si no hay excusa para los gobernantes temerosos o pragmáticos, mucho menos la hay para instituciones que defienden la libertad de expresión. Hasta hoy solo la SIP (la Sociedad Interamericana de la Prensa) ha dado un comunicado cut and paste. Todavía no se ha hecho pública ninguna acción ni declaración de la WAN reunida en Ciudad del Cabo. En la Argentina solo ADEPA y la CEMCI (Comisión Empresaria de Medios de Comunicación Independientes), que excluyó a ADEPA del comunicado, expresaron su preocupación. El gobierno se lava las manos: "son problemas de ellos" dicen.
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