Cuando empezaba a trabajar, en la Argentina al carnet de periodista lo daba el sindicato de la prensa y beneficiaba por ley al propietario con el 50% de descuento en todos los pasajes, desde billetes de vuelos internacionales al autobús para ir a la casa. Será quizá por eso que todavía lo primero que preguntan los nuevos empleados en una empresa periodística, por lo menos en las que me ha tocado trabajar, es por el carnet de periodista.
Ese carnet tan codiciado era, en realidad, un cepo. Con él la autoridad controlaba a los periodistas que temían la posibilidad de perderlo. Aunque ahora los carnets y acreditaciones corren por cuenta de los organizadores de los acontecimientos que se cubren, y no otorgan semejantes beneficios, no han perdido su condición de cepo. Permiten entrar gratis donde otros pagan y pasar barreras que los simples mortales no franquean. Pero los lleva a todos al mismo sitio: el corral de los periodistas que se entretienen con chistes de colegas mientras ocurren cosas que no entienden.
El buen periodista no usa carnet: es un simple mortal que se mimetiza con las autoridades o con el público y no con los otros periodistas, segregados a una burbuja por el carnet que les cuelga del cuello. Después dirán todos lo mismo, porque vieron y oyeron lo mismo. El carnet es más un medio para controlar que para facilitar la tarea de los periodistas.
El periodismo es un oficio, en Paper Papers, 26/4/07
1 comentario:
Correcto Doctor. Somos simples mortales. Realmente repugna la cofradía de periodistas. Un abrazo.
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