Hoy conversaba con un editor y broadcaster ecuatoriano sobre los periodistas especializados o los generalistas. Me preguntaba si es mejor dejarlos muchos años en la misma sección o hay que cambiarlos seguido. Me puse a pensar que es un mito eso de que el periodista es un generalista que sabe poco de todo, como le gusta repetir a los detractores de los buscadores incansables de la verdad.
Los buenos periodistas saben mucho. Conocen bastante y suficiente de todo o de casi todo. Son enciclopédicos, capaces de cubrir cualquier acontecimiento con solvencia y buen lenguaje. Basta con recordar a los periodistas que nos han atrapado con sus historias. La única razón, muy lógica, para dejar a un periodista en la sección es la protección de sus fuentes. Pero hasta eso no es tan importante cuando el medio tiene credibilidad. Los periodistas sabios son nobles y nos son guardabosques de sus fuentes.
Los malos periodistas, en cambio, son necios: no saben ni saben que no saben y además son arrogantes, como todos los ignorantes. Ni siquiera saben hablar o escribir. Son falsos periodistas que defraudan a los lectores y engañan a sus periódicos con sensación de actividad.
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