El gatopardismo explícito de la frase de Fernández Díaz del post anterior me hizo acordar del epidosio del papel de fumar, pero también de una seria cuestión relacionada con el oficio de contar historias verdaderas: la metáfora tiene la misma virtualidad informativa que la metonimia. Decimos tantas o más verdades con metáforas que con metonimias y sin embargo alguien podría decir que las metáforas con mentiras. Es al revés: muchas verdades solo pueden decirse con una metáfora. Son precisamente las verdades de los artistas, de los poetas, de los novelistas. Las metáforas son las mentiras con las que Fernández Díaz cuenta la verdad en Corazones desatados.
La metáfora es mentira no cuando no se ajusta a lo que ocurrió, como la metonimia. Es verdad cuando su proporcionalidad con los hechos es propia y es mentira cuando es impropia. Tanto usamos la metáfora que nos enviciamos hasta convertirla en lugar común: entonces apesta.
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