Es otro episodio del viaje que hice en 1996 por los Estados Unidos en busca de fórmulas de periodismo local. Recorría la sede del Chicago Tribune con Tony Majeri cuando nos topamos con una amplia cocina, nueva, recién puesta, en algún lugar del edificio de atrás de la Tribune Tower. Me explció Tony que se trataba de un experimento que les estaba dando buenos resultados: la sección de alimentos del Tribune había instalado esa cocina para preparar todos los platos y probar en su propio laboratorio las recetas y consejos que daban a los lectores. Las fotos eran reales, las compras también y los sabores, ya que, lógicamente, se comían los platos que preparaban. Era como el canal Gourmet para diarios.
Los diarios lanzaban en esos años suplementos semanales muy completos sobre alimentos. El hogar y la cocina habían dejado de ser una cuestión exclusiva de las amas de casa para convertirse en un tema de interés general. Una nueva generación que no tenía ni idea de cocina empezaba a vivir sola, sin el traspaso generacional de los saberes del hogar. Muchos solteros o divorciados que vivían solos, a quienes había que enseñar a descubrir la fruta madura o el pescado fresco, a conservar los alimentos, baleancear dietas, calorías, proteínas, fibras: cocina, recetas, compras, vinos, licores, postres, salud...
Los suplementos de comidas fueron un éxito y el Tribune lo redactaba en su propia cocina.
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