Fue durante la primavera boreal del año 1996. Recorría los Estados Unidos en busca de fórmulas de periodismo local por encargo de la consultora Innovation. Empecé en Los Ángeles y terminé en Washington después de hacer un arco completo. Conocí entonces cómo ahogaban los diarios de los suburbios a los grandes diarios del centro de la ciudad. Era el caso del Times de Los Ángeles, del Chronicle y el Examiner de San Francisco y del Tribune en Chicago. Visité también los diarios de Minneapolis y St. Paul, en Minnesota y otros tantos de unas cuantas ciudades grandes y medianas de los Estados Unidos.
A todos los que entrevisté les preguntaba con qué metáfora representarían la redacción de su diario. Cuando no se les ocurría rápido, los ayudaba: un ejército, un barco o una orquesta. En la Argentina casi todos en esa época contestaban que su redacción era un ejército: todavía existe un escalafón parecido a esa organización piramidal, en racimo, como el prosecretario de redacción que suena a vicealmirante de corbeta. El barco, en cambio es la organización que depende de un puente: el puente llega a todos y a todos manda. Sólo en el Chicago Tribune me hablaron de la orquesta. Fue Tony Majeri, un tipo increíble que entonces comandaba una oficina de nuevos proyectos: Innovation Team se llamaba su equipo.
La orquesta es la metáfora perfecta para una redacción. Desde entonces la he usado muchas veces y no falla nunca. Hasta mandé poner un podio de director de orquesta, con su barandita, en el puesto de mando de la redacción de El Territorio. Allí, sobre la tarima y a la vista de todos, trabajaban los jefes de redacción. Después alguien retiró esa tarima por esas manías igualitarias o por arrasar con mi pasado (pero igual volví).
Una redacción es un conjunto de virtuosos, cada uno de su intrumento. El Redactor Jefe debe dirigirlos como un director de orquesta: debe conseguir que toquen una sinfonía. Ninguno de los músicos tiene capacidad para dirigir y el director sería un desastre como solista. Cada uno en lo suyo. Pero no es igual una sinfonía si la dirige Herbert von Karayan o Zubin Metha, aunque los músicos sean los mismos. El director no enseña cómo tocar el violín o la flauta: lo que debe conseguir es que toquen con armonía.
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