Lo de ayer fue una apuesta. Mejor: una nueva pulseada entre el sindicato de vendedores de diarios y revistas y los grandes diarios de la Argentina. Con el tiempo veremos quién ganó...
El 7 de noviembre es el día del canillita (los vendedores de diarios y revistas en la Argentina). El Sindicato de Vendedeores de Diarios no reúne a trabajadores asalariados sino a pequeños y medianos empresarios que son comerciantes cuentapropistas. Se aprovechan de los beneficios de un sindicato para mantener un privilegio mafioso y antirepublicano. Además tienen, también por ley, el monopolio de la venta de diarios y revistas en un país que, se supone, defiende la libre competencia. Es un mecanismo perverso al que no le importaría, ni siquiera, terminar con la industria que le da de comer.
El día del canillita es algo así como el día del mecánico, del carpintero o del plomero (no el del minero, el bancario o el metalúrgico) y no recuerda ninguna lucha social ni reivindicación laboral. Hace tiempo que los canillitas han decidido que ese día no trabajan solo para pulsear con la industria y sacarle algo de ventaja. Entonces se pactaba para ese día un porcentaje mayor y las cosas quedaban empatadas: además los diarios solían regalar algún presente para la fiesta de los canillitas. Pero este año el sindicato decidió que no venderían ejemplares aunque se les regalara el 100% del precio de tapa.
Los diarios grandes decidieron enfrentar la decisión de los canillitas y salieron igual. Contrataron para eso una fuerza propia de venta. Con esa pulseada demuestran la inutilidad de los canillitas que solo se podrán defender usando la violencia contra los vendedores independientes. Los diarios ejercieron la libertad de comercio y la de prensa. Informaron a la población, cumplieron una relación de justicia e hicieron periodismo. Provocaron el principio del fin: si se animan podrán establecer los precios y porcentajes que prefieran, hacer descuentos, pactar suscripciones, vender diarios en los supermercados, realizar promociones... pero sobre todo, cumplirán con sus lectores.
Si, en cambio, los canillitas ganan la pulseada, también empieza el fin... de los periódicos. Es que se termina el negocio, incluso para ellos. Un suicidio. Ya lo han hecho muchos otros colectivos en la historia de las transformciones de los medios.
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