Esta mañana en Buenos Aires oía en la radio una entrevista de Juan Miceli al diputado nacional Carlos Kunkel en FM Milenium (súper cool). Lo que me asombró no fue el contenido, por cierto esperado, del discurso del diputado ni las preguntas del periodista. El tema es lo de menos.
Me repugnó el modo de hablar arrogante, suficiente y corrosivo del legislador (me dió asco ajeno). De repente y sin motivo, el diputado acusó al periodista de falta de independencia y de seguir una agenda marcada por sus anunciantes. Miceli se preguntó si había oído bien y le repitió la frase. Kunkel entonces aseguró que jamás había dicho eso. Después de cortar, el periodista explicó que había sido una agresión a su independencia y que la afirmación del diputado estaba grabada. En pocos minutos llamó Kunkel para excusarse y reafirmar su buena disposición hacia el periodista.
Les pasa a casi todos los políticos argentinos, sobre todo ahora a los del partido en el gobierno. Miden a los periodistas con la vara que ellos mismos usarían, si pudieran, con todos. Como anuncian y dan dinero, hay que publicar lo que ellos quieren. Kunkel reveló hoy, en el aire y obscenamente, el concepto que el poder tiene de la publicidad y de los periodistas.
Pero la culpa es de la prensa... Ha jugado ese juego mucho tiempo. Es cómplice del poder cuando cede a los aprietes, cuando busca la publicidad y no la libertad; cuando calla lo que debe gritar y cuando esconde lo que debe descubrir. También cuando publica lo que quiere -ellos u otros- y no lo que debe.
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