Vivimos peleando por una primicia, pero cuando alguien la tiene, nos pone locos y exigimos trato igualitario para tener todos la misma agenda. Al resto de los medios y de los periodistas argentinos les molestó sobremanera que el gobierno (o Néstor Kirchner, o Roberto Lavagna) le dieran una exclusiva a Clarín y claman por la igualdad de oportunidades. Tan enojados están con esa discriminación que le endilgan miles de improperios a Lavanga como castigo, cuando el ex ministro de Kirchner que no ha hecho otra cosa que una jugada política de primer orden. Si alguien tiene la culpa de alguna injusticia a la hora de dar la información del pacto son los medios que se lo perdieron y no le dieron esa información al público.
En un editorial de La Nación del martes se compara la actitud del gobierno con una distribuidora de películas que selecciona las salas de estreno: Menos sorprendente que el cinematográfico anuncio de anteayer, con una distribuidora que seleccionó con libertades de empresa privada las salas de estreno de la proyección -dónde sí, dónde no-, había sido el ascenso del doctor Lavagna a los primeros puestos en la esfera pública.
Nada hubiera sido más commodity en la prensa argentina que el acuerdo político entre Néstor Kirchner y Roberto Lavagna, igual en todos los medios, con la misma foto y títulos similares. Si alguien, cualquiera, hubiera tenido la primicia, se la hubiera guardado como lo hizo Clarín. El problema no está en que la fuente elija a quién dar una información: el problema es no tenerla. Si debe ser la fuente la que decide y no los periodistas, vamos para atrás. Si los periodistas de otros medios se perdieron la primicia hay una frase muy porteña para ellos: a llorar a la iglesia.
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