Imaginemos un diario de interés general propiedad de Greenpeace o de Médicos sin Fronteras. No serían menos que el Washington Times (de la secta Moon) o los medios del gobierno como la agencia EFE o Televisión Española. O los afines a los gobiernos, como la revista argentina Ka y El Telégrafo de Guayaquil. Su fin no es el lucro sino servir para lograr otros objetivos: son paraguas de otros asuntos o negocios. Pero ¿son independientes?
SI porque son independientes de otros poderes, aunque no lo sean de la agenda de sus propietarios. Bienvenidos al club, porque eso es ni más ni menos un medio de comunicación independiente. Difunden las ideas de sus propietarios y tienen audiencias masivas.
NO porque dependen de los negocios de su propietario. De sus gerentes. De los caprichos de su familia... Entonces estamos en el mismo club. No existe un medio de comunicación tan independiente como para sustraerse de estas u otras presiones habituales en la industria.
La independencia de un medio es relativa, como toda libertad humana. Y tenemos súper claro el estándar de independencia suficiente como para declararnos tales. ¿Le podemos decir a cualquier anunciante que se pierda su publicidad por donde le quepa? ¿Podemos criticar al gobierno y aguantar después sus embates? ¿Podemos decir algo –positivo o negativo– de una empresa perteneciente al mismo grupo económico, del propietario o de su familia, sin que nos asuste el fantasma de la autocensura?
La independencia para un medio de comunicación y para un periódico en particular, consiste en poder llegar a la verdad y publicarla cuando las audiencias la necesitan. Da igual si lo hacemos en un medio sin fines de lucro, en una radio pública, en un diario local y familiar, o en un periódico multimillonario.
Periódicos sin fines de lucro, en Paper Papers, 19/2/08
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