Entre los números de la opinón pública y las verdades de la ficción vuelve el inmenso tema de la verdad propia del periodismo. Daniel Dessein me ha dejado pensando con su libro (Verdades y mentiras de la ficción, Corregidor: 2004) y sobre todo con el fracaso del naturalismo: es mejor la interpretación de los actores profesionales que la de los improvisados. Hace mejor el papel de campesino un actor que un campesino real, por eso fracasó el neorrealismo como género cinematográfico. Es que el campesino actúa influído por las cámaras, por el guión y por el vértigo del cine. Lo mismo ocurre en los reality shows, que de reality tienen poco, toda vez que los protagonistas actúan de personas normales hasta cuando duermen para el público que mira cada segundo de su vida encerrada.
El periodista tiene la misma condición que los actores. Su verdad es la de los artistas más que la de los científicos, la de los jueces o la de las religiones y su modo de acercarse a la realidad es apasionado (no es la primera vez que lo digo). Contar la verdad de un hecho debería ser más fácil para un periodista que para los mismos protagonistas del acontecimiento, como pasa con los actores. Si no lo hace mejor, es que no es periodista.
Los números y el rinoceronte de Durero, en Paper Papers, 16/2/08
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