Todavía no se si la democracia está en crisis por culpa del periodismo o si es al revés: la crisis del periodismo se la debemos a las fallas de la democracia. Lo que sí sé es que el periodismo y la democracias son instituciones paralelas y que el avance del poder sobre el periodismo ha sido arrollador en los últimos años, en gran parte por culpa del falso periodismo y de los empresarios que malbarataron su credibilidad para cobrarle migajas al poder.
El poder tiende a expandirse y odia el disenso. Parece que el ser humano quedó así desde que se cayó del Paraíso: intenta sojuzgar a todo lo que se le cruce para su exclusivo provecho. Por eso la historia está jalonada de abusos de poder y de intentos por limitarlo. Y por eso nacieron la democracia, la división de poderes, la alternancia en el gobierno y también el periodismo, por el impulso apasionado de luchadores que pretendían mejorar el mundo.
La sola información de los abusos ayuda a conjurarlos, pero además es función del periodismo denunciarlos. Mucho más cuando los otros organismos del estado no lo hacen porque están cooptados por el poder central. En el caso de la Argentina, al gobierno le molesta cualquiera que se oponga al esquema de poder dinástico establecido por el matrimonio presidencial. Intentarán acallar como sea las voces que se opongan a sus pretensiones y no les interesa arruinar los sueños de todo un país.
Algunos medios y periodistas sufren por esta situación. Otros la aprovechan y ofrecen al poder sus servicios como si fueran una empresa contratista o una prostituta. No hace falta nombrarlos. Ahí están.