La pelea con la prensa y con Clarín en particular no es la única que mantiene el gobierno del matrimonio Kirchner en la Argentina. Su enfrentamiento con el campo por el aumento desmedido de las retenciones a las exportaciones lo está poniendo al borde del abismo.
Durante los casi 60 días que dura el conflicto (empezó el 10 de marzo), los Kirchner se han mantenido fieles a su estilo de cero diálogo: denuestan a la prensa y acusan a sus críticos. El único que habla es el ministro Alberto Fernández y lo hace con algún periodista de esos que en lugar de preguntar dicen ajá: su fidelidad es la de una prostituta.
Los productores agropecuarios, en cambio, están en lo medios todos los días y a cada rato. Repiten mil veces y con paciencia pampeana las mismas ideas a los periodistas que no entienden. Aparecen rodeados por micrófonos y tratan a los movileros por sus nombres de pila.
El gobierno le tiene miedo a la verdad porque el cinismo es su política de estado: por eso huye de los medios e insulta a los periodistas. El campo, en cambio, muestra su mensaje con ingenuidad y sin dobleces. Todo el mundo confía en el campo y nadie en el gobierno.
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