Los viejos filósofos ya sostenían que la verdad y la belleza eran convertibles junto con los otros trascendentales del ser, como la bondad y la unidad, pero fue Aristóteles el que lo pasó en limpio a la metafísica y Tomás de Aquino a la teología. Y lo recordó de algún modo Benedicto XVI -reconocido platónico agustiniano- el pasado 23 en un discurso al Encuentro de Facultades de Comunicación de Universidades Católicas:
"La pasión por la verdad ... no debe distorsionarse ni convertirse en un cinismo relativista según el cual toda apelación a la verdad y a la belleza es habitualmente rechazada o ignorada"
En términos metafísicos verdad y belleza son la misma cosa. En periodismo también. La mentira no puede ser bella. En realidad no puede ser. No es. Es no.
Quizá sea por eso que los periodistas son artistas y lo serán cada vez más. Por ahí pasa el futuro del periodismo y de los medios gráficos en especial.
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