Murió Bernardo Neustadt. Después de almorzar en su casa de Martínez, de un paro cardíaco, como todo el mundo. Hace unos días asistí a la presentación de su libro Escribir sobre el agua en la plaza Lavalle de Buenos Aires. Estaba como siempre. El encuentro me hizo recordar alguna ocasión en la que me enfrenté con las preguntas con respuesta inducida de don Bernardo: Hoy no se cayó ningún avión. Neustadt había nacido en Rumania el 9 de enero de 1925 y emigró a la Argentina con sus padres cuando tenía seis meses. A los 14 años ingresó en el diario El Mundo. En 1964 fundó la revista Todo y en 1965 el semanario Extra. En 1975 publicó la revista de economía y negocios Creer. Junto al periodista Mariano Grondona, realizó durante 30 años el programa semanal Tiempo Nuevo. Y en radio fue el conductor de numerosos programas: En privado, El clan del aire, Belgrano Show, Nuevo día, De vuelta, Prohibido para hombres y Despertando con Bernardo Neustadt. Fundó junto a Santiago Pont Lezica, FM Milenium en 1998. Su último post en el sitio bernardoneustadt.org es de ayer y en él se despide hasta el lunes. Hay que remarcar la puntería de Neustadt: murió en el día del periodista.
Neustadt era uno de los testigos de mis ganas de fundar un Centro de Estudios de Medios en Buenos Aires. Siempre pensé que sería un magnífico sponsor del Centro ya que, sin sucesores directos y con mucho dinero (dos rarezas del periodismo) podía contribuir con su patrimonio a la creación de un fondo que sirviera para solventar una institución dedicada al estudio del periodismo. Mi idea repetida era que la gente conoce a Joseph Pulitzer por los premios más que por su historia y a Nelson Poynter por el Instituto de Estudios de Medios de St. Petersburg (Florida) que lleva su nombre. Nadie los recuerda como polémicos, santos o corruptos ni como grandes operadores de sus propias ideas.
Esteban López del Pino, ex alumno mio de la Universidad Austral, conocía esos sueños con nombre y apellido y organizó una reunión a la que además me acompañó. Así que caí a la casa de don Bernardo con la idea de convertirlo de un plumazo en Centro de Estudios de Medios y arreglarle su fama para siempre. Estaba seguro de que, si conseguía viajar con él al Poynter, lo convencería. Pero Neustadt salió con su agenda de siempre y terminamos hablando de sus proyecto y no de los míos. Así nació y murió, mirando al Río de la Plata desde el ventanal de su casa colgada en la barranca y entre mis desvelos por mejorar el periodismo argentino, el Centro Bernardo Neustadt de Estudios de Medios.