El martes pasado asistí en Buenos Aires a la presentación de Escribir sobre el agua, el nuevo libro de Bernardo Neustadt. Neustadt es un conocido periodista argentino, medio retirado, que ya va para los 83 años. El acto se hizo al aire libre, en la plaza Lavalle, enfrente de la Sinagoga del rabino Sergio Bergman. Por amenaza de bomba debió suspenderse la presentación más formal que se iba a realizar en una conocida librería de la ciudad. Habrán asistido unas 80 a 100 personas (en su apogeo cuatro millones veían los programas de Neustadt).
Alguien me preguntó en los prolegómenos del acto qué pensaba de Neustadt y el periodismo. Ensayé entonces una explicación que trato de fijar ahora. Hay periodistas que se convierten en empresas. Eso era Neustadt al final de su carrera en la televisión argentina: toda una empresa periodística en una sola persona física. Pero Neustadt se volvió, además, operador de sus propias convicciones, como los viejos editores que ponían diarios para difundir sus ideales y peleaban a muerte por ellos. En la historia reciente argentina Neustadt conseguía objetivos que nadie lograba y lo hacía de cara al público.
Hablar con Neustadt fue siempre muy difícil si no se tenía sintonía con sus ideas. Una vez me llamó para entrevistarme en un programa de radio. Estábamos cruzados varios periodistas y recuerdo que se me entumeció el brazo de sostener el teléfono. En un momento me preguntó por las buenas noticias que no aparecen en los diarios y remató con la muletilla que solía repetir por esos tiempos: "hoy cien mil vuelos llegaron a destino, no se cayó ningún avión y no es noticia. La noticia es cuando se cae un avión ¡qué barbaridad! ¿Usted no titularía que hoy no se cayó ningún avión?" Le contesté que no y le expliqué que era una lección elemental de periodismo. Precisamente porque los aviones no se caen hay noticia cuando se cae uno. Seguir ese criterio convertiría al diario en una basura: todos los días tenía que publicar que no se cayó ningún avión, que no se murió el presidente y que no se incendió una fábrica de juguetes... No le gustó y no me llamó más.