Siempre me da un poco de vértigo cuando veo a alguien con mi diario. Me tienta ponermo detrás para saber qué está leyendo, qué le gusta y qué no de una edición que nos costó trabajo o que nos pareció que salía como la mona. En Guayaquil me topé hace unos días con este carro lleno de periódicos y me estremecí al ver apilado tanto esfuerzo. Ojalá sea un gran lector, de esos que dan vértigo.
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