Intentaron venderme un auto. Fue un tipo pesado de la concesionaria Volkswagen de Posadas, en el nordeste de la Argentina. Solo le bastó saber que tenía un mínimo interés en cambiar el que tengo ahora. Y casi lo consigue.
La agencia VW de Posadas queda cerca del periódico. Alguna vez, al salir hacia el centro de la ciudad, he pasado por allí para preguntar el precio actual de mi coche con ganas de venderlo porque lo uso muy poco. Los vendedores del salón lleno de modelos nuevecitos, atienden muy cortesmente y prometen llamar en breve para ofrecerme un buen precio o una oportunidad. Nada. Hace pocos días hice la misma prueba en Buenos Aires, en otra agencia VW: quien me atendió, un viejo conocido, me dijo que mañana mismo me lo tasaba y que tenía algo bueno para ofrecerme. Nunca más me llamó.
Esos vendedores no son vendedores. En cambio el que apareció ahora, el que casi me vende uno nuevo sin yo quererlo, sí que lo es. Pensaba que los diarios necesitamos también vendedores audaces, tanto como periodistas viscerales.
Cuando un gerente comercial o cualquiera que integra la fuerza de ventas -de publicidad o de ejemplares- me dice que ese diario no se puede vender, o que con esos contenidos es imposible conseguir publicidad, o se queja de la redacción, o de la calidad de impresión, o de su abuela... cuento hasta diez para no pegarle. No es un vendedor sino un camarón. Lo mismo me pasa cuando un periodista dice que no hay nada en una reunión de edición: no es periodista, es una almeja.
No podemos seguir haciendo diarios con almejas ni venderlos con camarones. Todavía no conozco la razón por la que esa fauna se coló en los periódicos. Ahora también sé que pasa entre los vendedores de autos.
1 comentario:
te puedo mandar mi currículum?
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