Hace años -no tantos- el poder de los periodistas estaba en guardar. El cierre imponía guardarse la información para sorprender al público -y a la competencia- al día siguiente. Se guardaban las noticias, que llamábamos primicias.
Ahora el poder está en compartir. Las noticias no se guardan, se dan cuanto antes, sin esperar y sin amarretear. Si no, la dará otro. Mi misma primicia dada por otro medio me producirá tráfico a mi.
Compartir es una exigencia del periodismo de la era digital. Guardar era lo que imponía el periodismo de la era industrial. Ahora parece que hay que darlo todo y cuanto antes.
Todo no.
Nunca supe si traducir scoop por primicia o exclusiva. La primicia era el scoop de la era industrial y la exclusiva es el de la era digital.
Ahora se guarda una exclusiva, pero nunca una primicia. Pero eso es así desde que aparecieron las agencias y luego la radio y la televisión (el libro de Joe Alex Morris, Deadline Every Minute, es de 1957). Hace tiempo que los diarios y las revistas saben guardar las exclusivas y dar las primicias.
Se me ocurrían estas paridas mientras oía la presentación de Rosental Calmon sobre La cultura del cambio en la redacción periodística en el Congreso anual de Fopea.
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