Il Manifesto: el pasado viernes su precio de tapa era de ¡50 euros! Por este precio, los lectores tenían derecho a un extra de veinte páginas con las contribuciones de Dario Fo o Umberto Eco y una fotocopia gigante de un billete de 50 euros. Es el enésimo intento de salvar a la editora del Quotidiano Comunista de la bancarrota. Ahora la crisis se agrava porque el Gobierno Berlusconi quiere acabar con las subvenciones públicas a las publicaciones cooperativas.
Me lo avisa El Gran Carlos.
"A este precio vendemos también un sueño. El sueño de ser independientes. Cincuenta euros no son nada comparados con lo que representa el pluralismo y la democracia", explica Gabriele Polo, director de la cosa.
Ya empezamos. No entro en las razones del Gobierno de Berlusconi –aunque me temo lo peor. Quizá que ahora que vienen mal dadas los contribuyentes también preferirían dedicar esa plata a otra cosa. Lo mejor sería preguntarles.
Mis preguntas: ¿Por qué los 50.000 empleados de la Fiat van un mes al desempleo y los de Il Manifesto deben subsistir a Tu Costa & La Mía haciendo algo que no funciona? ¿Por qué no pasan a revista semanal o mensual o sólo online como hacen otros, que se buscan la vida como valientes sin echar mano de Tu Bolsillo & El Mío?
¿A qué viene invocar el pluralismo y la democracia? El pluralismo y la democracia permiten a la gente comprar o no Il Manifesto. Y a otros promover un diario que defiende la abolición del pluralismo y la democracia como Il Manifesto. Por suerte, no son bastantes lo que abonan esas ideas. Entonces ¿por qué la gente tiene que pagar un diario que no sabe sostenerse solo?
Ya se dijo en esta Santa Casa: basta de lloriqueos.
Los fundadores de Il Manifesto eran los disidentes prosoviéticos del Partido Comunista Italiano. Entre otras cosas, se opusieron a la condena de la invasión y sometimiento de Checoslovaquia por los tanques del Pacto de Varsovia en 1968. A los de Il Manifesto les parecía bien la invasión, el sometimiento y todo lo demás. Bien. Podían hacerlo, decirlo y manifestarlo públicamente porque vivían en un país que no era como la Checoslovaquia que ellos querían.
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