Cruje el Antiguo Régimen de la prensa francesa. El ambiente en los llamados Estados Generales de la Prensa Escrita se caldea. Un sindicalista de NMPP, la mayor distribuidora de prensa del país (sólo hay otra), se queja hoy de que Jean-Luc Lagardére, patrón del grupo dueño de Le Figaro, proponga abrogar la Ley Bichet, que regula esa actividad. Y se tira de los pelos porque Lagardére –al que, en fin, más vale tenerlo al lado que enfrente– propone liberalizar la distribución.
Sacrebleu!
¡La Ley Bichet! Así, en resumen: 1) Deja libre al editor para distribuir su publicación mediante cualquier medio (legal) de su elección; 2) Obliga también a que la distribución esté en manos de sociedades cooperativas; 3) Establece que si dos editores unen fuerzas en una distribuidora, no pueden rechazar la entrada de terceros. Esto último se llama liberté d'accès au réseau (sic) y complementa la liberté de distribution de 1), mientras que 2) obliga a contar in saecula saeculorum con los sindicatos.
Atención, pregunta: ¿cuántas distribuidoras de prensa hay en Francia? No, una no. ¡Dos! Obvio. NMPP está en manos de Lagardére porque es el dueño de la mayoría de los diarios del país. Son dos consecuencias fatales para la libertad de una ley que además ¡fue aprobada el 2 de abril de 1947! Hace más de 61 años. ¿No habrá que ponerla al día ni un poquito?
Lorenzo Virgil hace aquí un resumen simplón de lo sucedido pero le cuesta identificar como causante muy directo del desaguisado a la malaise française de estatizar todo lo privado y sospechar sistemáticamente de la libre empresa.
Pónganse al día, Astérix y compañía. El diputado Robert Bichet ya murió el 29 de mayo de 2000. Ahora lo que se nos muere son los diarios.
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