Hoy aparece el último ejemplar impreso del Seattle Post-Intelligencer [clic para ampliar la última portada, a la izquierda]. Pasa a ser un sitio web. El PI ha contado la ciudad y el mundo a sus ciudadanos desde 1863, cuando Seattle era un pequeño puerto maderero –los troncos rodaban por las calles hasta los barcos– hasta la aparición de Nirvana y los antiglobalización. El mismísimo Randolph Hearst, Ciudadano Kane, lo compró mediante un testaferro en 1923 para agregarlo a su imperio de papel. El diario desveló días más tarde el nombre del verdadero propietario en un editorial. En fin.
Su difusión diaria cayó a 117.000 copias –eran 200.000 en 1998, según datos de la ABC– en un área de 3,2 millones de habitantes. El año pasado perdió 14 millones de dólares.
Para freaks del momento y fetichistas del oficio, algunas curiosidades sobre el P-I en el Seattle Weekly.
Ellos lo ven con optimismo: Acaba una era, comienza otra, es el titular del sitio web. Entren: hay un homenaje magnífico al diario impreso: el último día en la redacción, fotos históricas… Vale la pena.
No parece que Hearst se tome el sitio web muy en serio, periodísticamente hablando. De los 181 empleados del P-I quedarán 20 periodistas en la redacción y 20 comerciales vendiendo publicidad. El sitio apoya sus contenidos en blogs y links a otros medios, mezclados con algunos nombres de la casa, como los columnistas Art Thiel y Joel Connelly y el editorialista gráfico David Horsey, ganador de un Pulitzer, que también publica sus cartoons en otros diarios del grupo.
El pasado febrero, la web del P-I registró 1.8 millones de visitantes únicos y 50 millones de páginas vistas, según Nielsen Online.
Su rival –en este caso sería mejor decir enemigo–, el Seattle Times, propiedad de los Blethen, vende 199.000 copias. También pasa por graves dificultades financieras. El año pasado despidió a 500 personas. Veremos.
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