la gente importante en las noticias son las fuentes y los testigosEl sobreetendido es que no son los periodistas. Menuda novedad. Pero a él eso le sirve para construir una pieza cuyo asunto es éste:
[…] La prensa se ha convertido en la maldición del periodismo, no sólo porque ahora supone una carga de costes tremenda, sino porque nos condujo a todos estos mitos: que nosotros, los periodistas, poseemos las noticias; que somos necesarios para hacerlas: que podemos empaquetar el mundo cada día en una caja y ponerle un lacito; que lo que hacemos es perfecto (con raras, creo, excepciones); que el mundo debería de acudir a nosotros para estar informado; que nos merecemos ser pagados por este servicio; que el mundo nos necesita.¿Qué periodista cree esos mitos hoy? Algún estúpido –nunca faltan. Pero quien considera representativo a un estúpido pone en berlina su propia capacidad de juicio.
Es pura y dura Periodismofobia. Médiaparanoïa lo llama Laurent Joffrin. Eso es lo que promueven con ahínco Jeff Jarvis, Dave Winer, Jay Rosen y cía. Los colegas reales y verdaderos –que también escarnecen al establishment mediático, ven errores y soberbias, ponen el dedo en las llagas de la profesión…– no son periodismófobos. Están demasiado ocupados construyendo el periodismo del futuro. Mientras, los antecitados no tienen más ocupación que inflar sus blogs atacando molinos de viento (como el narcisismo periodístico, por ejemplo) o fabricando conceptos y definiciones vacías, sin demostrar, sin argumento ni razón (¡Economía De La Abundancia! ¡Crowdsourcing! Etc.).
Siembran sospechas sobre todo el periodismo y todos los periodistas –sobre todo de los diarios–, a quienes sólo conceden existencia para humillarlos, molestarlos o descalificarlos. Ni respeto por la historia tienen. Gritan tanto que no oyen lo que otros tienen que decir. Hablan sólo entre ellos: ya no están en este mundo.
Qué saña. Cuesta pensar bien. Si dijera que expulsan su rencor y su resentimiento porque fracasaron como reporteros o editores y cobijaron su frustración en universidades de segunda fila donde han incubado estrafalarias teorías… Todo eso sería una enormidad y un error. No se puede. Y sin embargo así obran ellos: juzgan intenciones y conciencias, expiden licencias de periodismo bueno y periodismo malo, sueltan teóricas inaplicables... Nos perdonan la vida.
Al grano. Lo importante no son sólo las fuentes y los testigos. Eso es sólo el principio. A eso hay que agregar la capacidad de depurar esas fuentes y esos testigos, valorar el relieve de su información y construir un relato veraz y adecuado: al público, al medio, al momento.
Necesitamos profesionales con esas capacidades. Gente formada para eso. No sirve cualquiera, por muy ciudadano que sea.
Decir lo que dicen Jarvis, Winer, Rosen y cía es una sinvergonzonería intelectual del mismo calibre que juzgar idénticos al curandero de la tribu que el cirujano del hospital; el albañil del pueblo que el arquitecto municipal; un robot que cuida niños o el cariño de su madre. ¿Usted a quien está dispuesto a pagar, al curandero o al médico? ¿A su vecino que le cuenta en su blog cómo fue el consejo escolar o al profesional que lo pone en contexto? Ajá.
¿Internet amplía el número de fuentes y testigos que pueden ofrecer directamente su versión? Claro. ¿Devuelve a los ciudadanos buena parte de su capacidad de intervenir en el debate público, de ser parte de la cadena de valor periodística? Claro. Y muchas cosas más y lo que te rondaré morena. Todo eso no destruye el periodismo, lo mejora.
Lo que no cambia es la necesidad de tener profesionales dedicados a buscar y levantar las noticias, definidas á la Northcliffe: lo que alguien hace en alguna parte que no quiere que sea publicado. Todo lo demás es propaganda.
¿Elimina Internet a esos que no quieren que la gente sepa? Claro que no. Sería tan absurdo como suprimir a la policía porque existe un sistema más rápido y seguro para identificar, denunciar y prender a los criminales que puede ser manejado por cualquiera. O pensar: se acabó la tiranía de los jueces –o bien: los jueces son la maldición de la justicia– y ya no los necesitamos pues unos algoritmos emparejan pruebas a favor y en contra, definen el delito y deciden la pena. Es de 1984, vamos.
¿Hay que decir estas cosas tan… elementales? Uno malicia que por detrás de ese vinagre de los gurús hay algún trauma del pasado que les ciega… En fin. Dejémoslo estar. No tengo derecho.
Periodismófobos. Uno prefiere chanzas inteligentes y estimulantes como las de Chesterton:
Periodismo consiste en informar de que ha muerto Lord Thomson a millones de lectores que no sabían que Lord Thomson estuviera vivo.Los problemas son muy otros, estimados periodismófobos. Y a falta de Chesterton y como no podemos contar con ustedes para resolverlos… por lo menos no metan tanto ruido. No lloren, hagan el favor.
4 comentarios:
«A eso hay que agregar la capacidad de depurar esas fuentes y esos testigos, valorar el relieve de su información y construir un relato veraz y adecuado».
Hubo un tiempo en el que donde tú has escrito «adecuado» se escribía «objetivo».
Con ese detalle ya lo dices todo.
Gracias por el comentario... anónimo.
No sé qué es "todo" lo que digo con la palabra "adecuado". Puedes entenderlo como objetivo, pero pienso que la objetividad no existe (¿tu juicio sobre mi uso de "adecuado" es objetivo o subjetivo?).
"Adecuado" me parece una buena palabra para decir: apto para la plataforma, imparcial con los contenidos, riguroso con la forma expresiva… etc. No es más que eso.
La objetividad no existe. Como tampoco existe la seguridad total. Tampoco existe la erradicación definitiva del hambre, ni el derroche de energía cero. Nada de eso existe.
La diferencia entre periodistas y otro tipo de soñadores es, al parecer, que para los primeros, el hecho de los sueños, sueños sean, les ha acabado por dar patente de corso para no soñar.
La elegancia y frecuencia con que los periodistas de hoy en día se aplicar a preterir la palabra «objetividad», con el tierno argumento de que no existe (lo cual, al parecer, impide que se pueda perseguir) es uno de los grandes males del periodismo moderno. Un mal que no tiene nada que ver ni con internet, ni con el modelo de negocio, ni con la estructura empresarial del sector, ni con nada. Tiene que ver con cohortes enteras de periodistas que han pasado a pensar que la realidad no existe y sólo existe la realidad pasada por el tamiz de sus percepciones personales. Lo cual es de un infatuado que asusta.
A mi modo de ver, mientras no seais capaces de ver esto, seguiréis discutiendo inutilmente si son galgos o podencos.
Brillante el último anónimo cuando dice: Un mal que no tiene nada que ver ni con internet, ni con el modelo de negocio, ni con la estructura empresarial del sector, ni con nada. Tiene que ver con cohortes enteras de periodistas que han pasado a pensar que la realidad no existe y sólo existe la realidad pasada por el tamiz de sus percepciones personales...
Pero ya se ve que no hablamos de lo mismo.
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