En los últimos meses, se ha emprendido una batalla contra un grupo periodístico nacional. No es inusual que los gobiernos se molesten con los medios: la tensión prensa-poder es natural en la democracia. Lo que sí resulta inaudito es que se haya puesto todo el aparato estatal (el formal y sus resortes más oscuros) para amedrentar, a través la estigmatización política y la difamación personal. Una campaña direccionada a Clarín pero que lo excede como destinatario. Y que revela un objetivo muy claro: desacreditar a los medios de comunicación como contrapeso en la democracia.
Esto es lo más medular del editorial de hoy en Clarín de Buenos Aires. Vale la pena leerlo entero. El próximo viernes, día 9, se debatirá -y votará- la ley que los obligará a desmembrarse como grupo de medios. Dicen que el sábado 10 CFK la promulgará para que empiecen a correr los plazos. Lo que no dice es que para conseguir algunos de esos negocios, el Grupo Clarín vendió su línea editorial y su alma más de una vez. Ese es su gran delito, por el que parece que va a pagar caro, muy caro.
Tampoco dice que son responsables primarios de la deficiente inteligencia colectiva de los argentinos y por tanto de que nos gobierne quien ahora se los quiere cargar.
Nada de eso justifica la ley que sancionará el Congreso ilegitimado por las últimas elecciones. Lo hará obediente al Gran Marido, con el fin de volver a acumuluar poder para el matrimonio y de revancha hacia el Grupo que un buen día -y un poco tarde- les dio la espalda.
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