La conversación surgió mientras tomábamos unas cervezas en mi oficina durante un respiro de la SND. Estábamos Damon Cain (Denver Post), Carlos Guyot (La Nación de Buenos Aires) y un servidor.
Los diarios son restaurantes, internet es fast food. Ahora no me acuerdo quién lo dijo, pero no fui yo. Conté entonces lo que le pasa al restaurante de Stéphane Richard en La Piazza, un arcade comercial de Sanborondón (Ecuador). Hace unos meses instalaron una hamburguesería de la cadena El Capi a solo dos locales de Chez Stéphane. Desde adentro del restaurante se ve el trasiego de chicos que salen de un par de discotecas situadas del otro lado y pasan a comer y beber algo en El Capi. Mientras los más grandes disfrutamos de la cocina de Stéphane, los jóvenes se zampan sus hamburguesas con Coca Cola o cerveza y vuelven a bailar.
En la excelente compañía y estupenda mesa de Chez Stéphane no dudamos de que siempre habrá restaurantes como ese. Pero nos preguntamos en mi oficina sobre los consumidores de chatarra ¿dentro de unos años, cuando se pongan mayores y tengan más dinero, seguirán prefiriendo esa comida? ¿el acostumbramiento a la hamburguesa durará toda la vida? Cuando los parroquianos de Chez Stéphane éramos más jóvenes, tampoco íbamos a restaurantes de calidad: nos contentábamos con cantidad de lo que fuera al más bajo precio posible.
Las hamburgueserías no mataron a los restaurantes. Redujeron su número o cambiaron el modo de servir. Luego vino la moda de la gastronomía y aparecieron más restaurantes como hongos. Algunos no cambiaron nunca y ese es su encanto: siguen como hace 100 años y así es como nos impacientan los saloneros perezosos. Y al final a todos nos gusta comer en un buen lugar.
¿Y la prensa popular? Esos son los chiringuitos.
Marshall McLuhan sabía de estas cosas.
5 comentarios:
A medida que se descubre cómo se trasladan y multiplican los valores del impreso al nuevo canal, aprovechando todas las condiciones y virtualidades de la red, la "seriedad" -para resumir- dejará de ser exclusiva del impreso. El actual exceso de pirotecnia en la red persistirá, pero la calidad (mejor: las calidades) encontrará también su lugar online. Y será una calidad mejor que la impresa. Inevitablemente llegará ese momento. Entonces se verá que la buena comida es, en general, indiferente al local donde se sirve. O bien: aparecerán restaurantes de buenísima calidad en internet. ¿Ustedes no leen nytimes.com? Es lo mejor del Times: el papel queda enano al lado de la web. Y este es el ejemplo más vulgar y sobado. Echen un vistazo a coolhunter.net, por ejemplo: una coctelería de calidad. Y hay más, muchos más casos.
TP: en primer lugar lugar la calidad nada tiene que ver con el soporte. La calidad en el contenido es exclusividad del periodista. No del impreso o del on line.
Pero no hay mejor soporte que el impreso para la presentación de una buena puesta en página.
Yo utilizaría como metáfora la del vinilo y el mp3. No hay mejor manera que disfrutar un buen disco de vinilo en el living de mi casa, por la profundidad y textura del sonido. Pero seguro que para trasladarme al trabajo voy escuchando un mp3.
¿Internet fast food? ¿No será más bien self-service?
Como acertadamente recuerda Gustavo, la calidad no depende del soporte. También entre los restaurantes los hay exquisitos... e infectos.
Lo que de verdad distingue a internet de la prensa no es tanto la calidad de la comida, como la posibilidad de elegir el propio menú. Otra cosa es que las viandas digitales que encontramos en los mostradores estén lejos de la haut cuisine, algo evidente. Pero sólo es cuestión de tiempo.
En el Casco Viejo de San Sebastián sabemos mucho de esto.
In the culinary world, frozen fish online often gets a bad rap, but let's take a moment to appreciate its role in the restaurant metaphor. Much like a reliable sous chef quietly working behind the scenes, frozen fish offers chefs a convenient and consistent ingredient to work with, ensuring that they can deliver quality dishes to their patrons regardless of seasonality or geographic location.
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