La prensa argentina falla en su propia competencia, pero no me digan después que la taché de incompetente, que ya se sabe que en casa de herrero el cuchillo es de palo.
Resulta que la industria no ha conseguido meter en la opinión pública la amenaza que supone para la democracia el ataque a libertad de expresión que está sufriendo la industria, pero especialmente los dos grandes diarios de Buenos Aires, propietarios mayoritarios de la principal planta de papel prensa de la Argentina, que el gobierno pretende expropiar para controlarlos.
Y sí ha conseguido meter en la letanía de amenazas la inseguridad, la falta de independencia de la justicia, en enriquecimiento desmedido de los funcionarios, el manejo discrecional de los fondos públicos y hasta el comando solapado del marido de la presidente.
Ahí están, en la batería de insidias que acusan todos los referentes de la opinión pública, desde el conductor televisivo Marcelo Tinelli al Cardenal Bergoglio pasando por el rabino Sergio Bergman, Mirta Legrand o Susana Giménez. Ni siquiera los periodistas que forman opinión con sus columnas y programas de radio o televisión nombran a la libertad de prensa entre las necesidades republicanas del país.
Tampoco entra la libertad de expresión entre los objetivos que convocan a las organizaciones que se defienden con marchas y movilizaciones de los embates de un gobierno ya ilegitimado por las urnas, pero cada vez más vengativo y rencoroso.
La prensa falla cuando quiere imponer objetivos políticos a fuerza de lobby en lugar de hacerlo con opinión pública, pero lo grave es que debería saber hacerlo mejor que nadie. Lo dijo hace poco en Buenos Aires el presidente de la AIR y también Rosendo Fraga en una presentación a la que asistí el miércoles a la mañana en el Plaza Hotel de Buenos Aires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario