El
director de
El País escribió ayer
un largo artículo dando razón de la edición y publicación de los cables de embajadas de los EEUU filtrados por Wikileaks y de su trascendencia. Vale la pena leerlo. A uno le parece muy valioso el trabajo enorme que ha hecho ese diario al editar y poner en contexto esos despachos diplomáticos.
Por eso mismo esperaba uno mucho más de la explicación del director. Algo más que ese mero ejercicio de
pedrojotismo: el arranque autorreferencial –
el burro delante para que no se espante, dicen los castizos–; el peliculerismo con el que explica el papel de su diario en la cosa; el exceso de adjetivos y expresiones alatristes ("gigantescas cuadernas", "Pakistán se ahoga en la corrupción", "tamaño chantaje moral", etc.) que salpican tantas de sus aseveraciones…
Tras ese
pedrojotismo formal, anecdótico, se aprecia realmente la magnitud de la metamorfosis.
En primer lugar, en el ejercicio de memoria selectiva que hace y que
JMG* documenta aquí con detalle. Léalo.
En segundo lugar, da por sentado que la política exterior norteamericana se funda sobre esos cables, presentados siempre como la última y definitiva palabra sobre los hechos que narran. Esa actitud quita valor a los despachos porque les hace decir más de lo que realmente cuentan. Y confunde a la gente.
Es terrible la intolerancia hacia los argumentos contrarios o reticentes a la filtración, a su publicación o a considerarla decisiva o crucial. Los recoge en dos pinceladas –señal de desprecio–; pone todos esos argumentos, groseros o elaborados, a la misma altura; despacha a quienes los defienden con un juicio sumario: les llama cínicos, perezosos, malintencionados, comprados.
La misma falta de mesura y buen pensar se advierte cuando mezcla la tarea diplomática con la tortura o toma el comportamiento criminal de algunos individuos por la política oficial del país que les emplea, pongo por caso. Su diario mostró mejor juicio cuando trató de los GAL y el Gobierno español, contrariamente a lo que hacía y hace
El Mundo.
Por último, es
pedrojotista la rigurosa severidad inquisitorial con la que juzga y condena a todos los políticos como mentirosos e incompetentes con un rigor que ya hubiera querido Cromwell para sí. ¿Se le ha ocurrido pensar, por ejemplo, que la alternativa a la ISAF en Afganistán era peor? ¿Un narcoestado islamista, por ejemplo? No defiendo la guerra ni su contrario, no se quede mirando al dedo. Defiendo el rigor intelectual a la hora de hacer periodismo, que arranca por considerar a los otros tan inteligentes y buenas personas como a uno mismo.
Supongo que el director de
El País, por su
trayectoria profesional, no ha descubierto ahora el verdadero carácter de esas "elites políticas" y no escribe movido por el furor del converso. ¿Esa mendacidad e incompetencia se aplica al presidente del Gobierno español o al primer ministro griego, Yorgos Papandreu, por ejemplo? ¿Por qué no les preguntó con esa energía en las entrevistas (
ZP1, ZP2, YP) que ha sostenido con ellos?
Deseo que
El País siga haciendo mucho periodismo con los cables de WikiLeaks. Para eso ¿no sería mejor dejar de perder el tiempo en excusarse con pirotecnia verbal, vestir su trabajo como una
superproducción de Cecil B De Mille o defenderlo con
actitud de beata? Pues a partir de ahora necesitarán mucha energía para mostrarse coherentes, consistentes. Por eso espero con ansia la próxima entrevista de Javier Moreno al presidente del Gobierno español –calculo que ya se la habrá pedido y que estará al caer. Tiene cartas para jugarle
a la grande y a
la chica.
Veremos entonces si es mordedor o ladrador.