La carta que firma hoy Rubén Montoya en la página 2 de El Telégrafo de Guayaquil es el segundo acto de la rebelión de su director y de casi todos sus columnistas contra la decisión del gobierno de convertir a la empresa en editora de El Compañerito, un popular oficial para propaganda del poder. El proyecto muestra los dientes del poder detrás del diario público y la pérdida de interés del gobierno de Correa hacia un diario para debatir ideas.
Es así nomás y hay que aceptarlo: si el poder es despótico, no le interesa el debate sino la imposición de las ideas. Lo que es fantástico es que se ventile la pelea en las páginas del diario propiedad del gobierno y que sus empleados -funcionarios- lo usen para oponerse al proyecto. Realismo mágico sudamericano...
¿Deben ventilarse estas peleas? ¿No debemos lealtad a nuestros patrones? ¿Son patrones los gobernantes que te pagan el sueldo? ¿Se puede usar el medio que nos dan para denostar a los dueños del medio? ¿No hay que irse antes? En los medios del Ecuador no es el primer caso de un antiguo empleado que se vuelve desleal con quienes le dieron de comer y contribuyeron a hacerlo famoso muchos años.
El tercer acto está cantado.
Tiro por la culata 2, en Paper Papers, 28/1/10
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