En 2006, los faros dependientes de la Autoritat Portuària de Barcelona tenían un destino. La Vanguardia supo desvelarlo a sus lectores:
Cuatro años después –casi exactos– el intrépido e incansable diario barcelonés sigue la pista de aquel descubrimiento:
La clave está en los subtítulos. Ya no serán casas rurales sino equipamientos municipales. Nadie los quiso comprar (que es lo que no se dice en el último reportaje). Hala. El siguiente toca en febrero de 2014.
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