La tecnología -el algoritmo- permite a los periodistas desentenderse de lo que pueden hacer las máquinas. Como los astronautas, que se ocupan de lo importante y no de la computadora que maneja la nave (hasta que aparece Hal-9000, pero eso es ciencia ficción).
Nuestro valor está en nuestra capacidad para interpretar y explicar, analizar; en construir relatos y sentidos, en iluminar y emocionar, y en dar credibilidad: mucho más que en ser recolectores de información. Esta definición del rol central del periodista no es nueva. Lo nuevo es que ahora comienza a marcar una frontera infranqueable como aquella contra la que se toparon los aviadores: al principio llegaban a astronautas por su familiaridad con el vuelo y el peligro. Hoy sólo sirven si son sofisticados científicos. La mayor parte del viaje espacial está hecha por computadoras. Ellos hacen cosas más valiosas
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