No es cierto que solo son noticia las malas noticias, ni que los medios medramos con el conflicto, ni siquiera que seamos un poder. El único poder del periodismo es el de la verdad, que se impone como un bien superior que buscamos todos los seres humanos. Los periodistas lo hacemos con pasión y con esfuerzo denodado en la maraña de mentiras que nos teje muchas veces el poder en su sentido más amplio. Pero lo hacemos en nombre y con mandato de quienes nos leen, escuchan o miran, que tienen el derecho humano, inalienable e impostergable, a la verdad.
Este párrafo y los de abajo me salieron en
un artículo en respuesta a Rafael Correa que se publicó en
El Universo de Guayaquil el viernes 4 de junio. Ya me perdonarán la tardanza, pero se me ocurría ahora que podía interesarle a algunos lectores del blog. El presidente del Ecuador contestó con un lugar común y una generalización adolescente a
una pregunta de Ricardo Carpena en La Nación de Buenos Aires.
Las noticias no son ni buenas ni malas. Para denigrar el trabajo de los periodistas alguien inventó esa frase infeliz, que es una mentira grande como el Chimborazo. Y es un sofisma adolescente que pretende que son buenas noticias las propias y malas las del enemigo. Además, si los medios mienten y las buenas noticias no son noticia, entonces, ¿para qué tiene medios de comunicación el Estado?, ¿para dar malas noticias?, ¿también lucran con el conflicto?, ¿acepta que mienten? No lo creo, para nada porque creo en la buena fe de los gobernantes. Y también creo que tenemos códigos genéticos parecidos y la misma sangre que se nos sale de las venas ante la injusticia. Solo advierto que es un error intentar hacer periodismo desde el poder.
Los periodistas también estamos contra las oligarquías que exprimen a los ciudadanos y los explotan hasta dejarlos exhaustos. No le caemos simpáticos a los corruptos y a los degenerados. No nos llevamos bien con los extorsionadores ni con los contrabandistas. Vivimos peleando contra quienes abusan del poder y lo hacemos por el mandato sagrado de los ciudadanos y de nuestros próceres que se jugaron la vida para terminar con las tiranías.
Días después
lo publicó El Territorio de Posadas con algunas modificaciones.
2 comentarios:
Me gustó la nota, pero no comparto que los medios no sean un poder.
Entiendo por “poderes” a fuerzas de una magnitud tal que tienen la capacidad de determinar (o al menos de incidir mucho) en la forma y la dirección que toma una sociedad. Poder político, económico, sindical, eclesiástico...
Si consideramos que: a) los medios fijan en buena medida la agenda de temas; b) la palestra política se ha trasladado definitivamente a los medios, y el político que no aparece en ellos NO existe; c) los periodistas son formadores de opinión, (y la lista sigue)... concluyo que los medios sí son un poder.
¡Por lo menos así lo veo yo!
(A todo esto, ¿qué pasó con Guillermo Nimo?).
Saludos,
Fernando
Gracias Fernando. No es mi intención imponer ninguna idea. Pero es posible que coincidamos en que es una macana que los medios se hayan convertido en un poder del estado (en el cuarto poder). Creo que ni siquiera es un poder fáctico, como lo califica Correa, como los bancos, los ruralistas o los obispos.
El periodismo es una necesidad porque la verdad lo es, como la libertad, la vida, la dignidad, la honra y hasta la belleza y el agua y el aire, sin los que no podemos vivir.
El poder del periodismo es el poder de los poetas, de los escritores, de los artistas... que por cierto han hecho más por este mundo que todos los poderosos de verdad.
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