Tengo poco más para decir sobre Bartolomé de Vedia, que murió ayer a la mañana en Buenos Aires. Para eso están las plumas de Claudio Escribano y Carlos Reymundo Roberts, colegas y amigos de años en el diario. Es nada todo lo que se diga sobre un caballero a la vez brillante y humilde. En estos tiempos baste con afirmar que se puede, como dice Francisco Olivera.
Nos tratábamos de tocayos, porque lo somos. Ahora me voy a su entierro.
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