También aquí nos maltratan. Aunque no físicamente. Por ahora. BM* escribió hace un par de días a propósito
del ministro que no quería tratar con la prensa de Granada. Es el relato de una situación clásica: el mandamás cacique que no tiene la honestidad de ponerse delante de los periodistas y emplea el dinero de los contribuyentes para protegerse y no para informarles como es su obligación. Le pedí la cosa para reproducirla acá. Esta es la historia:
Me parece estupendo que demos publicidad a la resistencia de los políticos a contestar a los periodistas. También la idea de publicar en portada las preguntas sin respuesta. O un despiece con las preguntas principales que el político ha dejado sin contestar o una coletilla en las piezas de la radio. Yo trabajo en V* y que los políticos no contesten preguntas se ha generalizado. No es solo que mareen la perdiz en las ruedas de prensa. Es que hacen convocatorias en que no dejan a los periodistas que nos acerquemos. Se da la alucinante circunstancia de que los escoltas de los políticos acaban sirviendo para que la prensa no se acerque.
El último caso que me he encontrado es el de un vicepresidente del Gobierno. Vino hace unos días a inaugurar una comisaría. Muchos periodistas lo esperábamos con muchas preguntas: sobre el consejero [ministro regional] agredido en M*, sobre la denuncia por malos tratos de la policía en un Centro de Internamiento de Extranjeros, etc. El vicepresidente se tira tres cuartos de hora visitando la comisaría y luego hace un discurso en el que habla de lo bonito que es el edificio y lo importante que es gestionar bien los impuestos.
Después se marcha a tomar el vino servido en su honor. ¿Qué pasa con los periodistas? Pues que su jefe de prensa, respaldado por dos policías, nos prohíbe participar en el aperitivo. Antes, los escoltas nos habían apartado de la zona por la que pasaría el vicepresidente. Le gritamos “¡ministro!” cuando ya subía al coche oficial. Ni se volvió. Su jefe de prensa, encima, nos reprende: "¡ya está bien!".
Es decir: el vicepresidente consiguió evitar la imagen / grabación /crónica demoledora de su silencio ante una pregunta como la siguiente: “¿Investigará los presuntos malos tratos en el centro de internamiento de extranjeros?”. No pudo ser. Impidieron que nos acercáramos a menos de cinco metros de su augusta persona.
Los curritos, los periodistas que estamos en las trincheras, peleando con los jefes de prensa, lo intentamos. Pero los políticos se blindan hasta físicamente.
Alguien debería explicar a los periodistas de gabinete que no tienen capacidad legal para ordenar a un periodista dónde tiene que situarse en un acto público, ni para prohibirle que se mueva. Pueden hacer recomendaciones para ordenar el trabajo y facilitarlo ¡pero no pueden imponerlas! Es más, propongo un código deontológico para los jefes de prensa. Que tuvieran que jurar algo así como: “Mi deber es facilitar la ayuda al periodista, no boicotearlo”.
Hemos llegado a un punto en el que los responsables de prensa de los políticos de verdad se han creído que les debemos obediencia, y, lo que es peor, nos hemos creído que cuando ellos dicen “no”, es que no.
En realidad, siempre que eso ocurre, a quien dicen NO es a los ciudadanos.
1 comentario:
Requetebien descrito. Quizá todo esto se deba a que nuestra intermediación ha dejado de ser imprescindible. JL
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