El columnista de El Mundo, Antonio Alemany, ha sido condenado a tres años y nueve meses por prevaricación, falsedad, malversación de caudales públicos y tráfico de influencias. Alemany escribía los discursos de Jaume Matas, presidente de Baleares entre 1996-1999 y 2003-2007 y ministro de Medio Ambiente con José María Aznar (2000-2003), y a la vez los alababa en ese periódico y en sus propios medios –una agencia de prensa y un medio digital– que había montado con fondos públicos del Gobierno de Matas.
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Hace unas semanas asistí a la presentación de "Tristán La Rosa, un estilo de periodismo", de Anna Nogué y José Ángel Borja. Acompañaban a los autores el historiador y periodista Jaume Guillamet y los periodistas Antonio Franco y Lluís Foix, que son dos ídolos de uno desde pequeño. Ídolos entonces y amigos ahora.
Bien. Antonio y Lluís estuvieron imperiales. Ambos recordaron sus vivencias con La Rosa, uno de los maestros de la generación de plumillas que dirigió la prensa de Barcelona en las décadas de los 80 (y 90), años en que el periodismo dejó de ser segundo empleo de algunos funcionarios municipales y se transformó en una profesión. Los primeros beneficiados de todo eso fueron los periodistas de mi generación.
Uno se lo pasó en grande en el evento (más videos aquí). Le recomiendo la compra inmediata de ese libro, que incluye una excelente antología de textos de Tristán La Rosa. Hombre culto, viajado y en evolución permanente, cubrió acontecimientos históricos como el fin del colonialismo británico, el proceso al jerarca nazi Adolf Eichmann o el mayo del 68 francés. Su última gran aventura fue dirigir el Diario de Barcelona, hoy extinto, entre marzo y octubre de 1977. El Brusi, como se conocía al periódico en la ciudad, venía de una historia de bandazos y declive. Era el segundo diario más antiguo de Europa. Esta era su última oportunidad.
El dueño oficial, José María Santacreu ("un editor técnicamente analfabeto, dicho sea con todos mis respetos", como lo describió Franco), y el dueño real, Manuel Milián Mestre, pretendían convertirlo en portavoz y consignatario de una operación política que perseguía poner al ex ministro de Franco Manuel Fraga en la presidencia del Gobierno español para que pilotara la llamada Transición a la democracia. La Rosa se negó a hacer de correa de transmisión y variar la línea democrática del diario, iniciada años antes con Josep Pernau, destituído previamente por rojo.
En las elecciones de 1977, las constituyentes, el partido de Fraga cosechó un fracaso titánico, de Titanic. La propiedad del Brusi atribuyó el desastre a la línea excesivamente progresista del diario y despidió fulminantemente a La Rosa.
Para sustituirle, la editora contrató a un periodista más obediente. No hubo caso. Con La Rosa habían abandonado la redacción casi todos los jóvenes talentos que la componían y el diario rodó cuesta abajo hasta su cierre. Bravo.
El sustituto de Tristán La Rosa fue Antonio Alemany.
Ahora lea de nuevo el principio de la entrada. Esta vez la justicia llegó a tiempo.
[El Mundo se vio en la necesidad de excusarse por tener a un corrupto entre sus firmas y publicó esto explicando que la realidad que vale es la que ellos le cuentan y no la que usted ve y el juez sanciona. Con lo sencillo que era decir no lo sabíamos y ya le hemos echado, por ejemplo… Se ve que consideran decente el comportamiento de Alemany. No creo que sea porque no es el único en obrar así en esa casa. Seguro que es por otro motivo razonable, aunque llevo un rato sin que se me ocurra ninguno].
Nuestro amigo Tristán La Rosa, de Feliciano Fidalgo, en El País, 28/04/90.
Periodisme dins de la bèstia, de Jordi Gràcia, en El País, 29/02/12.
1 comentario:
El último empleo que tuvo Tristan La Rosa fue como director de "Tele/eXpres", después de la adquisición de este diario por Sebastián Auger, que se vino abajo con todo el llamado grupo Mundo ("Mundo diario", "4-2-4", "Catalunya Express", "Tele/eXpres", revista "Mundo" y Editorial Dopesa). De hecho, Tristán La Rosa asumió a dirección de un "Tele/eXpres" ya moribundo y él carecía de la energía y el entusiasmo imprescindibles para prolongar la agonía.
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