Lea
la columna de Jorge Fernández Díaz en la página 2 de
La Nación de hoy. Es lo más lúcido que he leído sobre la relación del poder político, el periodismo y Jorge Lanata en la Argentina de estos días. Les resalto este párrafo que define el programa de televisión de Lanata los domingos a la noche (
PPT - Periodismo para todos) en
Canal 13, del Grupo Clarín:
Tal vez Lanata no esté de acuerdo, pero pienso que esa ideología podría traducirse de esta manera: "El kichnerismo es trucho y yo voy a probarlo". Jorge no aspira a construir una alternativa partidaria ni a inducir un cambio de modelo. Tampoco a plantear un debate cultural, ideológico o económico. Ni siquiera a pensar la política. Sólo pretende mostrar las mentiras y contradicciones del relato que se construye desde el Estado.
Ya lo decía Ben Bradlee en este párrafo que entresaco del libro de Gustavo González,
Noticias bajo fuego (Planeta 2011, página 137):
Después de Watergate el periodismo cambió para siempre. Lo que lo cambió fue la presunción -ahora compartida por la mayoría de los periodistas- de que todos los políticos y miembros del gobierno miente instintivamente cuando son interpelados con relación a hechos embarazosos. Antes, para empezar una investigación periodística decíamos: "sigue la pista de la mujer" o "sigue el dinero". Desde Watergate decimos: "sigue las mentiras".
En estos estos otros párrafos Fernández Díaz describe el drama político de la Argentina, por lo menos desde hace 50 años:
Todo este asunto esconde, entonces, ya no la inexistencia de una oposición, sino la constancia de que tampoco existe una idea. Y me temo que el kirchnerismo es, por más que les duela a muchos lectores, la mejor idea del momento. Por default, porque no compite con ninguna otra.
Por una idea nueva debe entenderse un artefacto modernizador que no regrese a las recetas muertas y que no proponga un prekirchnerismo. Me refiero a una convicción flamante y poskirchnerista, una nueva lectura completa de la historia nacional, una articulación superadora. Mientras esto no aparezca, la sociedad se verá sometida a votar por el partido único, o a resignarse a elegir "al menos malo": un peronista con buenos modales, un neoliberal que atrasa o un socialdemócrata sin proyecto.
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