Uno de los asuntos estrella de lo que queda de año será la cobertura periodística de la reforma de la ley del aborto en España. Gallardón, el ministro de la cosa, quiere volver al sistema de supuestos de 1985, que fue sustituido por el de plazos de 2010. Resumen: prefiere que las mujeres justifiquen razonadamente el supuesto al que se acogen y eliminar de esos supuestos el de la malformación del no nacido (o no nacida). Bien. Ya veremos.
De momento, acépteme este pronóstico: vienen emociones fuertes, dramas escalofriantes, historias que desgarrarán su corazón. El pasado lunes, La Razón llevó a su portada/tapa a un chico majísimo, sanísimo y simpatiquísimo que la ginecóloga había recomendado abortar porque venía malformado. Titular: "Por su derecho a la vida". El jueves siguiente, contraatacaba El País con una señora que había enterrado un hijo de siete meses, muerto por atrofia congénita. Ella dice que lo habría abortado de haberlo sabido antes. Titular: "Es inconcebible [sic] que Gallardón fuerce a pasar por este dolor ".
Pretender que se informa de algo mostrándolo solo a través de las situaciones más extremas es manipular a la gente. A casos terribles unos y otros siempre quedarán empatados. Se trata, además, de historias tan viscerales como marginales. No explican gran cosa, aparte de aquella experiencia concreta, intransferible, y dejan a las personas chocadas, indefensas para pensar. El impacto de estos "reportajes" es tan emocional que traslada el asunto lejos del cerebro, a regiones donde el sentido común y la cordura no están en condiciones de funcionar bien.
La otra actitud es la "campaña". No hay nada más risible que una trola que todo el mundo sabe que es una trola, sostenida con la falsa solemnidad del que se cree salvador de la sociedad. De hoy:
Esta mañana he notado en el Río de la Plata, donde estoy, cómo su nivel ascendía por lo menos medio metro debido a la dichosa "ola de rechazo". Por favor. Para empezar, la "reforma" ni siquiera es un borrador. En fin. Qué pena.
Todo eso me parece un abuso, una comedia o ambas cosas a la vez. Así es como se procura que las personas piensen como quiere el periodista y no como a ellas les parezca con los datos en la mano y un poco de contexto. Es pornografía, sensacionalismo, vagancia. Es considerar a la gente párvulos, idiotas o deficientes.
Al menos que no lo llamen periodismo.
[Esta es una versión de mi columna de hoy en el diario Ara, que es gratis pero pide registro]
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