La oficina de Bloomberg en San Francisco. Foto de Robert Scoble en Flickr. |
Es imposible convencer a alguien para que haga lo contrario de aquello con que se gana la vida. Es lo que han intentado el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, y su gente con Bloomberg, a cuyos responsables pidieron que no emitieran las preguntas y respuestas sobre el "caso Bárcenas" (un grave asunto de corrupción política que afecta a la cúpula del Partido Popular de Rajoy).
Pobres. Mal esperaban que, además de negarse a censurar esa parte de la entrevista, explicarían al mundo que el Gobierno español quería manipularles.
Bloomberg vive de preservar, inmaculado, su prestigio como proveedor de información económica y financiera (datos –sobre todo datos–, noticias, análisis...) a más de 315.000 suscriptores, entre los que se encuentran todas-todas-todas las entidades y empresas financieras que componen los llamados "mercados". Por ejemplo Pimco, el primer fondo de inversiones del mundo, que gestiona 1.200 billones de dólares (tres veces el presupuesto del Reino de España).
Para mantener este tipo de clientes, Bloomberg hace cosas increíbles, como alquilar un satélite dos veces por semana para fotografiar la reserva de petróleo más grande de los EE.UU. en Cushing, Oklahoma. Así prueba sus estimaciones y también permite a sus abonados que las verifiquen a través de las imágenes, midiendo la sombra del crudo en los depósitos. En efecto, esto es caro: abonarse a la agencia cuesta 24.000 dólares anuales por licencia y terminal. Cada terminal ofrece unas 30.000 funciones a sus usuarios, pues el ritmo de innovación de Bloomberg es brutal. Tan brutal como le permiten sus 3.000 ingenieros e informáticos (por 2.400 periodistas). "Hacemos en dos semanas lo que otros hacen en seis meses", explica su vicepresidente de recursos humanos, Thomas Secunda.
En la Bloomberg Tower, su sede central de unos 90.000 metros cuadrados, las paredes son de vidrio. Todas. Así queda claro que es una empresa que vive de la transparencia. Emplea a 15.000 profesionales en 192 oficinas en todo el mundo. ¿Es una locura? No, es dinero. Mucho dinero. El año pasado facturaron 7.900 millones de dólares.
Ya se da cuenta ¿verdad? Una sola duda, una sola mancha, un solo rumor sobre la honradez o la calidad de sus contenidos les supondría un descalabro monumental en un sector exigente, donde la competencia se llama DowJones y Reuters Eikon, que no son moco de pavo. Dicho de otro modo: todos los que tocan las teclas de la política y la economía del mundo mundial saben ahora que España tiene un presidente del Gobierno que, además de no contestar a preguntas cruciales sobre su magistratura, también quiere manipular las respuestas. Bloomberg no hace tratos con gente así. ¿Y usted? Pues eso.
[Esta entrada es una versión en español de la columna de uno en el diario Ara.]