En todos los órdenes de la vida, personal y colectiva, la comunicación hacia afuera es superabundancia de lo que pasa adentro. Y el esfuerzo por comunicar suele reflejar una necesidad de informar algo que no se parece a lo que se cocina adentro. Y al revés, cuando en una organización
–un partido político en el caso de Cambiemos– están claros los objetivos, no hay que hacer ningún esfuerzo para comunicar hacia afuera, solo hay que abrir las puertas.
Podría decirse que una entidad que gasta recursos en comunicación externa debe tener algo que esconder. O mejor todavía: los recursos dedicados de la comunicación externa son directamente proporcionales a las mentiras. Y dividir en una organización a la comunicación en interna y externa es una pésima señal. Solo hay una y las puertas abiertas o dos y las puertas están cerradas.
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