Copio el artículo de John Müller que con el título de este post se publicó hoy en los medios gráficos (y sus portales) de Vocento. El link es de Las Provincias de Valencia que es el único que puedo abrir (siempre hay una brecha en los muros de pago).
Un editor para el que trabajé hace muchos años tenía un cartel en su despacho que decía: «La libertad de imprenta es para los que tienen una». Entonces pensé que era una muestra de cinismo, pero con el tiempo he llegado a la conclusión de que era un recordatorio de que no hay periodismo sin empresa.
Es cierto que muchos se ilusionaron con lo que se llamó 'periodismo ciudadano' o con la refrescante irrupción de los blogueros, pero a la larga nada de esto ha sustituido la necesidad de estructurar empresas para sostener la difusión de informaciones, sea a través de diarios digitales o impresos, radios o televisiones, smartphones o tabletas. Ni siquiera la poderosa irrupción de internet ha cambiado el hecho de que el periodismo sólo se puede ejercer con verdaderas garantías en el marco de una empresa.
Y hablo de empresa en un sentido similar al de Ronald Coase, no me interesa tanto la búsqueda del lucro, siempre esquivo, como la compleja sumatoria de procesos, relaciones y transacciones que supone para cumplir su misión. De hecho, hay medios que se asientan en fundaciones sin fines de lucro, pero organizados como empresas.
Las nuevas tecnologías de la comunicación extendieron hasta tal punto los límites de la libertad de expresión que la confundieron con el periodismo profesional. Pero no hay bloguero en el mundo que pueda desarrollar en solitario una investigación que desafíe al poder como sucedió con el Watergate, con el 'caso Ibercorp' o con los 'papeles de Panamá'. Y no lo hay porque en el periodismo, aunque haya un firmante, un director o un columnista, siempre hay detrás un trabajo colectivo amparado en una marca.
Hoy nos encontramos con que algunas de esas empresas no tienen un futuro porque no han sabido adaptarse. Y muchas no han sabido porque han buscado la innovación en el sitio equivocado. Por ejemplo, en las redacciones. Es verdad que las redacciones son un lugar muy apasionante, pero no estoy seguro de que sea el más innovador.
Si repasamos los inicios de internet descubriremos que, en la mayoría de los medios de comunicación, el primer sitio al que llegó un módem y en el que hubo un correo electrónico fue en la sección de Documentación. Lo lógico es que ese departamento generara las innovaciones. Pero no ocurrió porque todo el mundo sabe que, salvo excepciones, en la prensa española a Documentación se le llama 'galeras' y ahí están muchas de las personas que el director no quiere ver en la redacción. (Sólo conozco un caso en el que Documentación generó una innovación, pero como carecían del prestigio de otros departamentos, los gestores dejaron de apoyarla y la idea -que nunca sabremos si era buena o mala-, murió).
Imaginemos que ese primer módem se hubiera instalado en otro lugar. En Publicidad y Marketing, por ejemplo. Quizá habrían sido capaces de generar un negocio en torno a los anuncios clasificados como Craiglist o de inventarse un Tripadvisor o un Booking. Y en Distribución y Logística ¿no habría surgido un Über o un Amazon? ¿Y a los de Atención al Cliente no se les hubiera ocurrido un Twitter?
A veces, como en las viejas bibliotecas, es imprescindible buscar en el lugar adecuado.
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