Les paso este texto de Miguel Wiñazki que me llega por correo electrónico desde Clarín con motivo del Día del Periodista (en la Argentina se celebra hoy). Wiñazki es profesor y licenciado en Filosofía y Fellow de la Universidad de Michigan. Es secretario de redacción y jefe de Capacitación Periodística del diario Clarín. También es presidente del Consejo Asesor de la Maestría en Periodismo del Grupo Clarín, la Universidad de San Andrés y la Universidad de Columbia. Es autor de once libros, entre otros La Noticia Deseada, Periodismo, Ficción y Realidad, Sobremonte, Moreno, el Fuego que inventó la Patria, La Sangre y la Infamia, La Locura de los Argentinos.
La mentira ha adquirido un nuevo eufemismo, la “posverdad”. Uno de los artilugios semánticos para definir lo que existe desde siempre, la falsedad deliberada.
El concepto se asocia ahora con las redes sociales que emiten sin chequeo noticias que “no son”, también denominadas “hechos alternativos”.
En rigor son engranajes de lo que definimos como “Noticia Deseada”, la que se instituye desde el deseo y no desde la constatación fáctica de su existencia.
La posverdad tiene en general un ciclo breve de existencia, como un insecto molesto de corta vida pero siempre dañina. Su diseño, un camouflage de la verdad, suele ser muy rústico, por ejemplo: “El Papa apoya a Donald Trump”. La afirmación es de inmensa banalidad, pero en los hechos esa mentira incidió durante un lapso en cierto sector del electorado norteamericano que lo creyó en principio.
El antídoto frente a las catapultas de mentiras que se disparan muchas veces con deliberación y alevosía desde las redes reside en la búsqueda periodística tradicional, circunscripta siempre a un protocolo del chequeo y de la verificación fáctica de cada suceso.
Los medios de referencia no pueden mentir sin hundirse rápidamente. Sin credibilidad se diluyen. En cambio el anonimato que suelen proveer las redes a quien quiera permanecer encubierto ofrece la posibilidad de continuar con los engaños y sin costos, porque esas simulaciones no tienen autoría, ni responsables visibles.
La lógica de la investigación periodística trabaja desarmando apariencias.
Porque efectivamente, las apariencias engañan.
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