Entrevista de José Crettaz a Matías Botbol, CEO de Taringa!
jueves, 31 de agosto de 2017
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miércoles, 30 de agosto de 2017
Superar la logística del papel
Les paso esta nota de un boletín de la SIP (Sociedad Interamericana de la Prensa), y de pasada le planteo la hipótesis:
Usted tiene un periódico con una amplia zona de circulación, así que le cuesta bastante caro llegar a los lugares más apartados, pero está allí porque tiene que estar si quiere tener poder y mantenerse como un diario nacional o regional. Bueno... ¿cuál es el momento de decirles a sus lectores que mejor lean el periódico online por un cuarto de lo que pagan por el papel? Hasta le compensa regalarle a cada uno una tablet...
Usted tiene un periódico con una amplia zona de circulación, así que le cuesta bastante caro llegar a los lugares más apartados, pero está allí porque tiene que estar si quiere tener poder y mantenerse como un diario nacional o regional. Bueno... ¿cuál es el momento de decirles a sus lectores que mejor lean el periódico online por un cuarto de lo que pagan por el papel? Hasta le compensa regalarle a cada uno una tablet...
Importantes publicaciones impresas llegan a su fin
Tres importantes publicaciones norteamericanas anunciaron la cancelación de sus ediciones impresas y, en el caso de The Globe and Mail, el diario de referencia en Canadá, la medida por ahora se limita a tres provincias del Atlántico de ese país.
El periódico con sede en Toronto informó que a partir del 30 de noviembre no distribuirá copias en papel en Nueva Escocia, Prince Edward y Nueva Brunswick. Hace cuatro años anunció lo mismo para Terranova, Labrador así como un territorio al sur de Ontario.
El director y CEO del periódico, Phillip Crawley, afirmó que el retiro de estas tres nuevas provincias representa un ahorro de un millón de dólares anuales que se invertirán en robustecer el contenido digital del diario. Los suscriptores ya fueron avisados y se les ofreció la opción de continuar suscritos a través de la web y las Apps del diario.
The Globe and Mail no circula los domingos, pero se le considera como el diario de mayor influencia en la vida diaria del país. Los sábados alcanza una circulación de más de 350.000 ejemplares según informes de auditoría de 2016.
A través de todas sus plataformas el diario suma cerca de 7,7 millones de lectores.
En 2015, un estudio de la firma Vividata que recibió gran difusión entre los observadores de medios indicó que nueve de cada 10 canadienses leen diarios y revistas y cerca de un 60% de ellos lo hacen por medio de ediciones en papel y online.
El estudio sugiere que los canadienses se han habituado a leer periódicos tanto en papel como en ordenadores y en plataformas móviles.
En el caso de The Financial Post, el otro gran diario de Toronto, la mayor parte de los lectores proviene de las plataformas digitales, según datos de Vividata.
THE VILLAGE VOICE
Uno de los tabloides más represesntativo del movimiento de semanarios alternativos en Estados Unidos, The Village Voice, decidió la semana pasada terminar con su edición impresa "como algo necesario para asegurar su futuro".
El semanario es una publicación de la intelectualidad neoyorquina y su línea editorial es una mezcla de noticias y comentarios, de tendencia izquierdista, con contenido cultural.
La publicación, que ahora solo se podrá leer en formato digital, fue fundada en 1955. Escritores de la talla de Ezra Pound y Norman Mailer han figurado entre sus colaboradores.
La directiva del semanario, que circula un promedio de 120.000 copias por edición, no anunció de inmediato cuál será la última fecha de impresión.
Por otra parte, el vespertino The News-Sentinel de Fort Wayne, en el estado de Indiana, un diario con raíces de más de 180 años de antigüedad, anunció que no se imprimirá más en papel para ofrecer "un contenido (digital) más robusto y enfocado" en el acontecer de la región.
Para los suscriptores actuales, el News-Sentinel se seguirá publicando como una sección de su diario hermano, el matutino The Journal Gazette.
"Ahora tendremos la capacidad de llegar a una audiencia más grande en Fort Wayne y nos concentraremos en crear un buen contenido con mayor interacción con nuestros lectores", afirmó el presidente de la empresa, Mike Christman.
Un informe de Neiman Media Lab señaló a comienzos de este año que en la medida que los medios impresos se digitalizan, las ciudades estadounidenses más pequeñas (de 10.000 a 25.000 habitantes) comenzaron a quedarse sin ese tipo de medio, luego siguieron las más grandes (25.000 a 50.000 habitantes) y ahora le llegó el turno a las de 100.000 habitantes en adelante.
Esto ha originado un movimiento hacia la contratación de servicios de impresión externos que permiten a los diarios de mediano y gran tamaño la reducción de los costos asociados con la impresión y el empaquetado de los periódicos.
En julio las empresas Cox y Gannett, revelaron un acuerdo para imprimir los periódicos de Cox que circulan en Indiana. Un centro de impresión de Gannett (la cadena de diarios más grande de Estados Unidos) se hará cargo de la impresión y la distribución de los periódicos de Cox que con ello elminaría 75 puestos de trabajo a tiempo completo y 60 de medio tiempo.
Antes, en junio, el diario Orlando Sentinel, uno de los principales de Florida, anunció el cierre de su taller de impresión en la ciudad de Orlando. A cambio, firmó un acuerdo con GateHouse Media para la impresión, empaquetado y distribución del diario y de otras publicaciones desde las ciudades de Daytona Beach y Lakeland, ambas ubicadas a unos 80 kilómetros de distancia de Orlando.
GateHouse publica 97 diarios y casi 200 semanarios de pago en 20 estados, además de periódicos gratuitos y otras publicaciones comerciales.
En Inglaterra, la empresa Trinity Mirror anunció el cierre, a partir de septiembre, de tres semanarios impresos que cubrían el área de Cambridge.
La empresa afirmó que esta decisión permitirá invertir en el crecimiento de otras marcas de Trinity Mirror que es la principal editorial de periódicos, revistas y contenido digital del Reino Unido
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The Globe And Mail
martes, 29 de agosto de 2017
Hay digitales que ganan dinero
El Confidencial duplica su facturación en tres años y gana 2,7 millones de euros
Titania Compañía Editorial S.L, sociedad editora de el periódico digital El Confidencial, ha registrado unos beneficios de 1,9 millones de euros en 2016, según las últimas cuentas remitidas al Registro Mercantil a las que ha tenido acceso El Español.
Este dato constituye un nuevo crecimiento en los beneficios del periódico, que en 2015 ganó 1,6 millones de euros, en 2014 otros 914.000 y 291.000 euros en 2013. Titania es la matriz de El Confidencial, pero además mantiene activas otras dos sociedades.
Si sumamos a estos beneficios los resultados de las otras dos empresas del grupo, la ganancia total llegan a los 2,7 millones de euros. Titania Eventos registró el año pasado unos beneficios de 574.000 euros y Vanitatis SL, 189.000 euros. La primera se constituyó formalmente en febrero de 2012 y la segunda en diciembre de 2014.
El Confidencial es uno de los diarios nativos más antiguos de España con más de 16 años de vida y actualmente el que tiene más audiencia con 11,8 millones de usuarios únicos en julio según Comscore, sólo por detrás de El País, El Mundo, ABC y La Vanguardia. El Español ocupa la octava plaza de este ranking y es el segundo de los medios nativos más leídos tras El Confidencial.
Crisis de la prensa tradicional
El periodo en que El Confidencial ha logrado estos beneficios ha coincidido con grandes problemas para el sector de prensa, con caídas de la facturación a la mitad, contracción del mercado publicitario, recortes de plantilla y fuertes ajustes operativos en los diarios tradicionales.
Pese a ello, Titania Compañía Editorial S.L ha casi multiplicado su facturación en los últimos tres años pasando de 6,5 millones en 2013 hasta los 11,3 millones reportados en 2016. Titania ha mejorado un 13% su facturación respecto de 2015, pero si se incluye Titania Eventos (1.075.97 euros) y Vanitatis (1.157.970 euros), la facturación crece hasta los los 13,5 millones de euros, un 15% de mejora y el doble que lo registrado hace tres años.
Respecto de la procedencia de los ingresos de El Confidencial, las cuentas de Titania (el 80% de su facturación) reflejan que éstos se dividen en publicidad institucional -acuerdos con empresas- por valor de 6,6 millones, un 29,4% más; ingresos por acuerdos comerciales con 2,1 millones de euros, un 4,5% menos; y la publicidad de mercado (campañas) que se quedó en los 2,5 millones, lo que supone un 4% de crecimiento.
Crecimiento de los gastos de plantilla
En cuanto a los costes, se aprecia un importante crecimiento de los gastos de plantilla que han ido en consonancia con el crecimiento de las contrataciones. En 2013 Titania empleaba a 69 personas y en 2016 cuenta con una plantilla de 118. A estos empleados hay que sumar catorce trabajadores de la sociedad Vanitatis al cierre de 2016.
Esto ha significado aumentar los costes de personal solo en Titania, desde los 2,9 millones en 2013 hasta los seis millones en el último ejercicio cerrado. En este último año los costes de plantilla de Titania Eventos fueron de 140.681 euros y en Vanitatis de 610.829 euros.
En cuanto a la distribución de estos costes de personal, la sociedad refleja que el sueldo de la alta dirección -compuesta por cuatro personas- llegó a los 686.548 euros, un crecimiento importante desde los 555.193 euros que recibieron un año antes. La composición de la plantilla de Titania es de cuatro directivos, 12 redactores jefes, 34 redactores, 33 comerciales y técnicos y 35 ayudantes, oficiales y auxiliares.
Préstamo de Titania y Vanitatis SL
En febrero de 2015, poco después de su constitución, Titania realizó un préstamo a Vanitatis, S.L. por un importe máximo de 350.000 euros, con un tipo de interés aplicable del 3,5% y cuyo vencimiento tendrá lugar este 2017. Al 31 de diciembre de 2016, el importe pendiente de pago por parte del Vanitatis asciende a 152.344 euros, que incluye 2.344 euros de intereses devengados.
Titania mantiene un pasivo corriente (deudas a corto plazo) de 1,4 millones de euros y un pasivo no corriente (largo plazo) de 54.255 euros. Los fondos propios de la sociedad llegan a los 5,5 millones de euros, con 2,6 millones de reservas.
Futuro inmediato de la sociedad
Según indican los administradores de la sociedad, en las cuentas de Titania “la situación económica y financiera sigue siendo óptima, desde el ejercicio 2002 se consiguen beneficios y con un aumento constante de los ingresos, evitando el riesgo financiero y el crédito, y la exposición a problemas de liquidez y flujos de efectivo. La estrategia desarrollada en este ejercicio ha permitido la consecución de los objetivos marcados, tanto cualitativos como cuantitativos”, agregan.
Respecto del futuro más inmediato indican que la evolución previsible se espera que sea buena, “tanto en el aumento de los ingresos como en los resultados. Se va a seguir reforzando la plantilla de trabajadores en todas las áreas y aumentando la inversión tecnológica, factores sobre los que pilota la buena marcha del negocio, en la magnitud necesaria para seguir creciendo de forma lineal en los siguientes ejercicios”, concluyeron.
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Fernando Cano
sábado, 26 de agosto de 2017
Cuando el argot de las redacciones aleja las audiencias
Apareció en The Economist con el título Journalese (el argot de las redacciones).
Journalese
The many pitfalls of language as used by journalists
EVERY trade is also a tribe, and journalists are no exception. One way that tribes, from teens to programmers, signal membership of the group is through language. Hacks do the same. They write “hed” for headline, “lede” or “intro” for the first sentence in a story, “graf” for “paragraph”, “nut graf” for the core paragraph that gives the story’s main idea. The last line is always the “kicker”.
But journalists should not be obscure. After all, the whole point of the job is to make things clear to readers. Yet readers are often baffled by the first words they see in a newspaper: headlines. In Britain, a broad range of national newspapers compete on nearly every news-stand. So the tabloids, in particular, put a premium on getting as many short, emotion-grabbing words in the biggest font possible on front page—often at the expense of making sense. A recent headline in the Sun, Britain’s bestselling tabloid, declaring “LOVE ISLE SEX DRUG SHOCK” did not carry any information about who did what to whom; note the lack of a verb. But it did include just about as many jolts to the British id as are possible in five words. Rupert Murdoch, the Sun’s owner, is often considered the father of the modern tabloid, so it is no surprise that his New York tabloid, the Post, copies this style. Possibly the most New York headline ever was “MOB COP SEX FURY”.
Even where headline-writers are more sober, as in the broadsheets, they try to get as many content-rich words in as they can. Keeping the font big means omitting many of those little function words: “the”, “a”, “and”, prepositions and the like. But these words, despite their small size, have an outsize importance: they convey the who-did-what-to-whom of the content words by providing structure and context. Omitting too many of them gives rise to headlines like “Services For Man Who Refused To Hate Thursday In Atlanta”, raising the question of who exactly does hate Thursday in Atlanta, or “Patrick Stewart Surprises Fan With Life-Threatening Illness”, which would seem a pretty cruel thing for Mr Stewart to do, if read with a certain tilt of the head.
In the main text, journalists tend to the opposite sin. Instead of being obscure, they make prose feel so drearily familiar that the reader wonders if the paper came out last month—or even last year. A satirical piece in the Washington Post covered the white-nationalist marches in Virginia as though written by a hack foreign correspondent, describing “tribal politics” and “flashpoints” in which the “Trump regime” sided with the “ethnic majority”. Good editors have a list of clichés that they strike from their pages with zeal.
Only a journalist finds “fresh” a fresh synonym for “new”, so that the reader hears of “fresh clashes” or “fresh elections”, or in one grisly example, “fresh bodies” washing up weeks after a tsunami. Only in the papers do time periods “see” this or that: March saw major demonstrations, April saw fresh clashes, and so on. Overused words like landmark, historic, crisis, watershed, make-or-break and the like give the impression that the writer does not trust the facts themselves to convey any drama. The inexperienced writer may find these clichés and overused words rushing to the fingertips. It is tempting to write like many of the journalists you have read, to show that you have mastered the way it is usually done.
Whereas this might work on a lazy editor, it is no road to distinction. George Orwell once wrote: “Never use a metaphor, simile or other figure of speech which you are used to seeing in print.” Where most writers find themselves talking about people rushing to something “like moths to a flame”, Orwell had them doing so “like bluebottles to a dead cat”. Though known best as a novelist and essayist, he was also a master chronicler of the things he saw as a journalist.
Orwell’s concern was not just stylistic. It was that hackneyed writing betrays rushed, automatic thinking, rather than slow and critical reflection. Of course, it is hard to be reflective when working to a deadline. Every newspaper, including this one, will feature some verbiage that is the equivalent of the ubiquitous flat-pack Ikea furniture, chosen not because it inspires, but because it is quick to assemble and gets the job done. Yet crafting fresh language, for all the time and effort it takes, is the first step in producing stories that will not only be published, but be read with pleasure. Tribal language may be useful for insiders, but most outsiders just find it annoying.
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martes, 22 de agosto de 2017
Cómo llegó en NYTimes a 2.300.000 suscriptores digitales
Buena nota de Fernando Cano en El Español.
The New York Times: las claves que esconden 2,3 millones de suscriptores digitales
Las últimas cifras hechas públicas por The New York Company, editor del New York Times (NYT), han demostrado que el diario estadounidense ha conseguido rentabilizar sus productos digitales como ningún otro periódico en el mundo y que ha logrado lo que hasta hace un lustro parecía imposible: que se pague por leer noticias en internet.
Los datos de la cabecera indican que el diario registró 93.000 nuevas altas en el segundo trimestre del año con lo que el número de suscriptores digitales totales llega a los 2,3 millones, incluyendo a los abonados de crucigramas.
Esto se traduce en que se hayan facturado 83 millones de dólares por suscripciones solo en dispositivos digitales, un crecimiento del 46% si se compara con el segundo semestre del año 2016. En total, los ingresos por venta de ejemplares y suscripciones -digitales y en papel- llegaron a los 250 millones.
Ingresos superiores a la publicidad impresa
El cambio de paradigma del NYT también se refleja en que por primera vez los ingresos por suscripciones digitales (83 millones) superaron a la facturación por publicidad impresa, que solo llegó a los 77 millones de dólares en el trimestre.
Los ingresos por suscripciones digitales en el Times representaron el 20% de todos los ingresos del diario, cifrados en 407 millones de dólares en este último trimestre.
En el plano de los ingresos publicitarios, el tirón digital también es innegable. En total, el papel ingresó 77 millones de dólares tras una caída del 11%, mientras que el digital llegó a los 55 millones de dólares, representando el 42% de la tarta. La publicidad total en el trimestre creció levemente hasta los 132 millones.
Entre 15 y 25 dólares al mes
Con estas cifras se demuestra que el Times ha construido un muro de pago eficiente, algo que llevan intentando más de una década los diarios en todo el mundo. ¿Cuál es la receta? The New York Times decidió sumarse al pago en marzo de 2011. No era el primero e incluso usaba una fórmula bastante recurrida: los lectores de su web podrían leer de forma gratuita 20 contenidos mensuales, con un máximo de cinco artículos diarios si venían de Google. Superado este límite, deberían pagar.
El diario explicó en una carta dirigida a sus lectores que "se trataba un paso importante que fortalecerá nuestra capacidad de ofrecer periodismo de calidad y en cualquier plataforma". "Esta medida es una inversión en nuestro futuro". Los precios iniciales tampoco fueron excesivamente altos e incluso con el paso del tiempo se han ido reduciendo.
En 2011 se podía escoger entre tres paquetes: uno para acceder desde el ordenador y el smartphone por 15 dólares mensuales; otro de 20 dólares y que incluía además las tabletas, y un tercero, que incluía acceso ilimitado a la web, desde cualquier dispositivo, por 25 euros al mes. Actualmente estos tres paquetes cuestan 16, 26 y 38 dólares (esta última con el diario en papel), aunque en estos momentos hay una promoción a mitad de precio para las nuevas altas.
Usuarios más jóvenes
Sin embargo, el éxito no ha estado en el precio sino que en la estrategia. El propio CEO del New York Times, Mark Thompson, ha explicado en varios foros y debates que la clave de pasar de 281.000 suscriptores de 2011 a los actuales 2,3 millones, ha estado en que el negocio se ha enfocado en buscar y "mimar" a los lectores en todas las plataformas posibles.
El primer pilar del modelo de negocio del Times es simplificar las suscripciones para llegar a los usuarios más jóvenes. Actualmente el 40% de la audiencia en móviles en el New York Times tiene menos de 35 años y el 12% de esta audiencia paga el 90% de estos ingresos por suscripción digital.
El segundo punto es la optimización para todos los dispositivos. El Times tiene una mesa central de redacción que además de enfocarse en las noticias supervisa cómo y dónde se publican. También los redactores tienen a su disposición herramientas para que sepan cómo se están consumiendo e interactuando con sus historias. Y como los propios directivos del Times han dicho, el objetivo es hacerse fuertes en teléfonos móviles.
Peso de las suscripciones internacionales
En tercer lugar se destaca el peso de las suscripciones internacionales. En estos momentos tiene suscriptores en 193 países y trabajan en noticias en español y en aplicaciones de mensajería en chino. Estos pilares van de la mano de la cuarta pata de su desarrollo: que los anuncios digitales sean más amables, menos intrusivos y más eficaces para el lector suscriptor.
Pero hay otras dos claves de las que el Times no habla. La primera es la alta fidelidad de los lectores del diario sustentada en el peso de su marca, que les lleva a mantener un millón de suscriptores en su edición impresa. La cabecera facturó en el último trimestre más de 160 millones de dólares por venta de ejemplares y suscripciones en papel.
El segundo elemento al que no se refiere el Times es su crucigrama. El diario ha logrado que sus lectores paguen por tener acceso a sus crucigramas, unas altas que desde el año 2015 consolida en sus datos de suscriptores digitales. El producto está incluido en sus dos paquetes de mayor coste y también tiene aplicaciones móviles propias por poco menos de 40 dólares al año. En total, hay unos 200.000 abonados a estos crucigramas.
No es oro todo lo que reluce en The New York Times
Pero no todo es un páramo de felicidad en el Times. El diario está inmerso en una profunda reestructuración que ha modificado la estructura de sus equipos de trabajo, sus jefaturas y ha racionalizado los puestos de edición. El pasado mes de julio cientos de empleados del diario protestaron contra estos recortes frente a la sede del diario en Manhattan.
Se ha puesto en marcha un plan de salidas incentivadas para que docenas de empleados abandonen la compañía para contratar nuevos perfiles. El diario realizó una provisión de 19 millones de dólares en este trimestre para afrontar las indemnizaciones por despido. En estos momentos trabajan en The New York Company 3.700 personas y se espera contratar a unos 100 nuevos profesionales. En el año 2000 los empleados del diario llegaron a las 14.000 personas.
Estos recortes se producen porque a pesar del alza de los ingresos, los costes del diario siguen siendo elevados. En el último trimestre el periódico ganó 16 millones de dólares, comparado con una pérdida de medio millón de dólares en el mismo período del año pasado.
lunes, 21 de agosto de 2017
La mala prensa del papel
Daniel Dessein, presidente de ADEPA, ha subido a su muro de Facebook fotos de un seminario sobre Tendencias, innovación y estrategias para productos impresos que sea realizó el jueves pasado (me la perdí) en Buenos Aires. Entre las fotos está la de arriba y este resumen de Daniel:
Paradójicamente el papel no tiene buena prensa. Sin embargo sigue representando más del 90% de los ingresos de la industria de los diarios y las revistas, la circulación creció un 40% a nivel global en la última década (aunque cayó en los mercados desarrollados) y el soporte sigue ofreciendo ventajas competitivas no debidamente destacadas. La lectura en papel monopoliza nuestra atención frente a la dispersión implícita en los dispositivos electrónicos, la capacidad retentiva se potencia, los argumentos son captados con mayor claridad, el tiempo de retención es mucho más alto, la efectividad comercial es más intensa. El papel sigue fijando la agenda periodística y juega un rol que genera gran expectativa en contextos como el de las últimas elecciones, en los que los resultados pueden tener múltiples lecturas. Las ediciones impresas ofrecen un espacio de desconexión del ruido tecnológico para reconectarse con la realidad con mayor profundidad, destacando lo accesorio de lo relevante, encontrando sentido en medio del océano informativo.
En La Nación de hoy, escribe José Claudio Escribano (que como su nombre lo indica, escribe muy bien). Muestra un gran sentido del sarcasmo y su desconfianza –compartida en mi caso– de los consultores. Vale la pena leerlo completo, por eso, además del link, se lo dejo aquí abajo.
El artículo es genial y el segundo párrafo es delicioso.
En el primero, al mencionar a la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas, Escribano aclara que ADEPA es como se llama a la asociación nacional de diarios. Ojalá ocurriera eso. La industria de la prensa argentina todavía mantiene histéricamente por lo menos tres cámaras empresarias de diarios cuyo fin es la fortaleza de la industria. Separada como la Iglesia del Estado aparece ADEPA, que defiende solo la libertad de prensa como una doctrina separada de la independencia económica de la industria (abajo tiene cuatro links a este tema en Paper Papers)
Y un detalle menor: Escribano confunde oxímoron con pleonasmo.
El artículo es genial y el segundo párrafo es delicioso.
En el primero, al mencionar a la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas, Escribano aclara que ADEPA es como se llama a la asociación nacional de diarios. Ojalá ocurriera eso. La industria de la prensa argentina todavía mantiene histéricamente por lo menos tres cámaras empresarias de diarios cuyo fin es la fortaleza de la industria. Separada como la Iglesia del Estado aparece ADEPA, que defiende solo la libertad de prensa como una doctrina separada de la independencia económica de la industria (abajo tiene cuatro links a este tema en Paper Papers)
Y un detalle menor: Escribano confunde oxímoron con pleonasmo.
Un aplauso para ADEPA
Nunca imaginé que alcanzarían mis días para una tarde como la del jueves en la asociación nacional de diarios, conocida como ADEPA. Para un viejo periodista fue una tarde única: era para hablar sobre el valor del diario de papel.
Venimos de décadas en que tipos que nunca dedicaron veinticuatro horas seguidas de sangre, sudor y lágrimas a una redacción han hecho el curioso milagro -bastante rentable, por cierto- de ganarse la vida dictando cátedra en todo el mundo sobre cómo aggiornar y mejorar los diarios mientras repartían estampitas impregnadas con óleos de extremaunción de la prensa gráfica.
En los diarios hemos sido duchos en enterrar a destiempo gente que gozaba de buena salud. Es por esas cosas del fragor del diario trajín, ¿vio? Pero al día siguiente nos rectificábamos compungidos, no como se le imputaba a un antiguo colega español de provincia, que después de haber despachado al otro mundo, anticipándose por días, a un agónico perseverante, comenzó la necrología definitiva con tan rotundas palabras: "Ayer, finalmente, murió?"-
No sólo los gurús del periodismo desde su alta cátedra de plástico, sino los propios diarios y casi todos sus elencos en alineación disciplinada han diagnosticado hasta el cansancio que la prensa impresa está irremediablemente muerta. Desde comienzos de siglo el pobre Arthur Sulzberger, publisher de The New York Times, y sus acólitos vienen diciendo que en cinco años más seguramente ya no publicarán el diario en papel. Siempre me pareció una tontería haberlo dicho, pero deberían seguir persistiendo en esa milonga de tanatólogos que ya es veinteañera. Al menos por cábala. Lo harían en beneficio de quienes un solo día en la vida han dejado de tomar como elixir de información y cultura ese ejemplar oloroso de tinta fresca, que sobrecoge la piel cuando se lo toma y desliza entre las manos. Fenómeno de sensualidad que agradecemos a la magia compartida con los diarios y los libros.
El viejo salón de actos de ADEPA en Chacabuco 314 se había reconvertido hace tiempo en ámbito especializado para la transmisión de todas las bondades, que son muchísimas, de las nuevas plataformas digitales, como las llaman los muchachos. Hete aquí que nadie esperaba que por una tarde el telón se correría para indagarnos de qué se ha estado hablando durante tantos años -más de veinte, en algunos casos notorios-, porque la revolución ha sido impresionante, es verdad, y a esta altura con miles de millones de internautas, pero los números "no dan" como se había pregonado que darían sólo por los cauces de esa revolución iniciada en los noventa, la mayor desde Gutenberg.
Me entremezclé esa tarde en ADEPA entre una multitud de editores estupefactos, con caídas impresionantes en la circulación de sus diarios, periódicos y revistas. Ya saben en carne propia, el colmo de los colmos, que las nuevas plataformas de la información, a las que han transferido los pocos recursos a salvo de las voraces redes fiscales, no acarrean ingresos publicitarios compensatorios de las pérdidas habidas. Y que es por dos intemperancias, aparte de nuestras propias cojeras. La primera, porque entre Google y Facebook pasan un rastrillo que deja pocas fichas en la mesa: incluso, nada menos, las de la publicidad oficial del Estado, que se patina así el dinero de los contribuyentes argentinos. La segunda, porque lo que queda del mercado publicitario para repartirse en el planeta digital entre los otros jugadores -diarios, radios, televisión- se halla tan segmentado que es ínfimo lo que pueden sumar los contables y auditores de las empresas de medios; es labor especializada de microcirujanos o entomólogos.
Cómo no iba a ser un espectáculo maravilloso el de esa tarde en ADEPA, en que un gentío aturdido se congregaba para escuchar las nuevas verdades que se abren paso en el mundo del periodismo. La principal: hay un porvenir por delante, discúlpese el oxímoron, en el que la rentabilidad que haga posible la continuidad del periodismo independiente dependerá, más que nunca, de lo que las audiencias estén dispuestas a pagar por el contenido periodístico de las publicaciones, sean en papel u online. Para eso hay que cobrar.
Desde luego, el periodismo de calidad es un periodismo caro. Y si Mariano José de Larra, Adolf Ochs, lord Beaverbrook o Juan Santos Valmaggia revivieran atronarían con la requisitoria de qué clase de novedad es aquélla. Es lo que tenemos, queridos maestros: ahora los gurús dicen a los periodistas que deben ser confiables, descartar las noticias falsas, escribir notas atractivas, colocarlas en el contexto debido, utilizar diseños atractivos, etcétera, etcétera, como si ustedes, y quienes los antecedieron, hubieran pregonado por siglos lo contrario o abandonado la escuela del oficio en primer grado. También tenemos ahora, queridos maestros, la "métrica", ese cálculo avaricioso que ustedes ignoraron y que trabaja, consumismo en puro estado de néctar, sobre el instante, el suspiro. Ni siquiera sobre el plazo breve, y mucho menos, olvídense, sobre el mediano y largo plazo. La performance de la métrica es, si nos descuidamos, como la de las encuestas casquivanas, a las que subordinan los políticos obsecuentes y ciudadanos mediocres cada uno de sus pasos, y así va el mundo. Olvídense, por igual, queridos maestros, de la inspiración y el norte de quien cree que debe cumplir con una rectoría social: lo que importa es qué quieren las audiencias. ¿Populismo periodístico? Eso es para otro capítulo, por fortuna subsisten diarios con ideario doctrinario. La Nación es uno.
Sólo por una pulsión masoquista pudo el periodismo haber aceptado sin chistar el perseverante prenuncio de los gurús sobre la muerte de la prensa gráfica. Dos décadas después de la primera versión online de un diario, en California, el 92 por ciento de los ingresos mundiales de las empresas periodísticas provienen del diario de papel. Todos ignoramos hasta cuándo se prolongará esa situación, en medio de las pérdidas de circulación y de publicidad. Esta última ha caído del 70 al 29 por ciento en The New York Times en pocos años sobre el total de los ingresos; en su lugar, han subido muchísimo los ingresos por la suscripción al diario en sus dos versiones.
Nadie debería reprochar a las empresas periodísticas haber carecido de una estrategia exitosa de negocios. Sería como reclamarles en el futuro que produzcan ebitdas (rentabilidad antes de impuestos, amortizaciones y depreciaciones) de la magnitud del pasado, porque todo ha cambiado con la fuerza de una revolución histórica como no la ha habido otra. Le siguió el eco de un tiempo de prueba y error. Pero estamos volviendo al orden natural de las cosas. Se afirma de tal modo la tendencia mundial a reinstaurar la regla de oro de que todo trabajo debe ser remunerado. Así, más y más diarios se disponen a cobrar por sus contenidos online y se preparan para más esfuerzos por los que logren mantener en flotación sus ediciones en papel por el mayor tiempo posible: sin esa fuente de ingresos, hoy se desmoronaría todo, pues cesarían las transferencias para pagar por el montaje, el mantenimiento, el crecimiento y la maduración de los bebes y adolescentes de la industria, los del lenguaje digital.
Como dijo uno de los oradores en ADEPA, acaso al final sólo queden diarios boutique. O sea, los mejores entre los mejores, los de más alta calidad en su información, comentarios y entretenimientos para los públicos más exigentes y, por lo tanto, con circulación más acotada aún.
Hasta es posible que ese tráfico en el glorioso papel que ya formaba e informaba cuando nuestros tatarabuelos llegaron a este mundo sea más amplio de lo que una vez más comienza a concedérsele. No va a cambiar, con seguridad, de una generación a otra lo que un neurocientífico y psicólogo cognitivo de la fama mundial de Stalisnas Dehaene advierte sobre la condición humana. Que en la relación entre cerebro y lectura se perciben reacciones reflejas insuperables sobre la capacidad de retención y la capacidad para jerarquizar los distintos conocimientos que asimilamos.
El diario, la revista, los libros, son los espacios naturales para ahondar la reflexión. En los estudios sobre estrategias de lectura, se observa que los internautas son como los corredores de 50 o 100 metros, y los de los diarios, los maratonistas. Si esto es así, ¿cómo podría desentenderse un avisador inteligente del valor del tiempo dedicado a la lectura? Y más todavía en los fines de semana, en que la gente quiere desconectarse del trabajo y de verificar por enésima vez, ja, ja, si tiene batería suficiente o si a la conexión por wi-fi se la ha llevado el diablo.
¿Es pedir demasiado si pedimos un aplauso para ADEPA?
Oportunidad histórica para ADEPA, en Paper Papers, 9/8/07
ADEPA y la entidad periodística, en Paper Papers, 18/7/07
Entidad e identidad de ADEPA, en Paper Papers, 17/7/07
ADEPA tiene un problema de identidad, en Paper Papers, 16/7/07
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viernes, 18 de agosto de 2017
La red lo mezcla todo
Por Ángel Ortiz en Hoy de Extremadura.
Una foto de portada
Desde hace unos años, coincidiendo seguramente con la popularización masiva de las redes sociales y su capacidad de convertir la comunicación y la información en una actividad cotidiana y accesible a todo el mundo con acceso a internet, cada vez que se produce un hecho dramático, luctuoso, impactante, trágico, y sobre todo próximo física o emocionalmente, en esas mismas redes se lapida, bloquea, boicotea y zarandea a medios y periodistas que, según el sentir general del momento, publican imágenes que unos llaman morbosas o macabras, otros documentos innecesarios, otros una muestra de falta de respeto a las víctimas... Sucedió de nuevo tras el atentado terrorista de Barcelona. Antes ya pasó con motivo del accidente del Alvia, en Angrois, o cuando la tierra tembló en Lorca, por mencionar hechos accidentales, no solo causados por el terrorismo.
Como digo, es importante la proximidad porque no hay debate ni crítica ni lapidación ni zarandeo cuando los hechos que se cuentan y muestran, da igual su gravedad y sangrientas consecuencias, se producen fuera de nuestras fronteras y afectan a belgas, franceses, sirios, alemanes, británicos... En cuestión de víctimas, el público diferencia por clases. Cuando son niños sirios, jóvenes que disfrutan de un concierto en París o un gendarme asesinado en plena calle por un terrorista armado con un rifle automático, el debate se vuelve más laxo. O desaparece directamente.
Hoy, casi toda la prensa de España, también el Hoy, y casi toda la que, fuera de nuestro país, consideró tema de portada el atentando en las Ramblas, usó la misma foto, una dura instantánea de la agencia EFE tomada momentos después del atentado.
Con distintas ediciones y formatos, en ella aparecen varias víctimas tendidas en la acera y medios policiales y de emergencias atendiéndoles. Recibimos por ello críticas de algunas personas, incluso de periodistas, lo que es verdaderamente llamativo y preocupante desde mi punto de vista. A los argumentos antes mencionados se añadió esta vez, como novedad, las recomendaciones de las fuerzas de seguridad.
Un tuit de la Policía decía textualmente la tarde del jueves: "Por respeto a las víctimas y a sus familias, por favor, NO compartas imágenes de heridos en atropello de #Ramblas de Barcelona". Circulaba en esos momentos por los móviles de toda España (también llegó al mío) un vídeo de alguien que registró con primerísimos planos de gran crudeza el estado de varias víctimas (un vídeo que Hoy no publicó).
Pero compartir fotos y videos en Facebook o a través de servicios de mensajería móvil nada tiene que ver con un periódico, con una portada, con el periodismo. La Policía Nacional, al margen de que deba o no dedicarse a ofrecer recomendaciones éticas, no parece que estuviese recomendando nada a los medios y los periodistas, cuya labor no es "compartir", sino conocer, contrastar, filtrar, seleccionar, explicar, informar...
La cuestión es que la red lo mezcla todo y ya se comienza a aceptar que lo mismo da recibir una foto por sms y, mientras se toma el sol o se charla en una barra de bar, enviarla a una lista de contactos que gestionar profesionalmente información para publicarla en un medio de difusión.
Para lo primero se necesita solo un móvil conectado, para lo segundo, estudios, aprendizaje, años de trabajo, un equipo, un método, unas herramientas, mucho dinero... Hay fotos que un periódico solo publica después de que cuatro o cinco personas con largas trayectorias profesionales a sus espaldas discutan sobre ello largo rato... Porque un medio, uno serio, asume responsabilidades con la sociedad, no con una agenda de teléfonos.
Las tesis más usadas para criticar todas esas portadas que incluían la misma foto de EFE fueron dos: una, no aporta nada y otra, causa dolor a las víctimas y sus familiares. Sobre la primera de ellas, es evidente que (sin que ninguna persona herida o fallecida acapare el protagonismo, en una escena general carente de elementos desagradables proyectados en primer plano) esa foto es un fiel reflejo, magnífico, de lo que dejó tras de sí el atentado. Todos los periodistas del mundo contando solo con la palabra lo ocurrido no serían capaces de batir la efectividad informativa de una imagen. Así que si esa foto no aportaba, ¿cuál lo hace? ¿Las de las ruedas de prensa? ¿Las de mossos vigilando un cordón de prohibido el paso?
Si los periódicos aceptan el argumento de que fotos como esa no aportan nada, cuestión que por cierto no se planteaba cuando ETA asesinaba más duro ni cuando, como apuntaba antes, son otros los afectados, más vale que cerremos todos los diarios del país... Agencias oficiales nos podrían mostrar a partir de entonces lo que consideraran en cada momento más conveniente.
El Ministerio del Interior tendría un departamento de conciencia cívica y ética pública para determinar en cada momento qué hay que publicar, qué aporta y qué no aporta, cuándo debemos tener respeto por las víctimas, quién es victima y quién no, cómo se aplica dicho respeto, durante cuánto tiempo, en que sentido… El menor de los problemas de la opinión pública sería la posverdad que practican tipos como Trump.
Respecto de la empatía con los fallecidos y heridos, una redacción es un sitio entrenado específicamente para ello. Todos los días, no solo cuando mueren 13 personas en una arteria turística como las Ramblas, no solo cuando un tren descarrila, un periódico se sitúa en el lugar de las víctimas: las de violencia de género, las de accidentes de tráfico, las de otro tipo de incidentes dramáticos como el que acabó hace unas semanas con la vida de cuatro miembros de una misma familia en el Jerte, las más próximas y las más alejadas de nuestro universo emocional. Es triste leer a personas que nunca tuvieron que tomar una decisión periodística llamarnos macabros o desalmados cuando todos, absolutamente todos los días del año los periodistas, desde luego los del diario HOY, hacen responsables ejercicios de empatía.
Sin embargo, la empatía no puede anular el hecho de que la obligación de todo medio está ligada a responsabilidades sociales, no particulares. Y en ese sentido, por encima del derecho de una víctima a evitar el dolor de verse plasmada en las portadas de toda España, está el de la sociedad de conocer del modo más profesional, veraz, efectivo y certero las noticias de interés público.
Por desgracia, algunas de esas noticias son tremendamente dolorosas. La vida no es como queremos, sino como es. Si concedemos margen a este tipo de argumentos, pronto habrá que ponerse en el lugar de cada persona incomodada por un acontecimiento de carácter público o en el de sus allegados, a causa de un accidente, una sentencia, una operación policial… Por lo demás, si alguien conoce bien la línea que separa el morbo y el daño gratuito de un relato proporcional y adecuado, pero fiel a la realidad, es un buen periodista. Y las redacciones de los periódicos de este país todavía están, por fortuna, llenas de ellos.
A tenor de lo leído estos días en las redes, de lo publicado por personas que incluso podríamos calificar de cultivadas y sensatas, los medios de comunicación deberíamos ocultar lo que duele, lo que incomoda, lo que complica. O, lo más asombroso, paradójico y peligroso, lo que decida la autoridad competente en cada caso que hay que ocultarse. Una foto de las Ramblas en todo su esplendor una tarde de primavera y debajo un titular que dijese que aquí ayer pasó algo muy feo, ¿eso hubiese sido lo correcto?
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jueves, 17 de agosto de 2017
¿A quién le interesa la reunión de portada?
Gran artículo en The New York Times. Se lo copio antes de que nos cobren.
Slug. Spike. Cut and paste.
Some newspaper terms have outlived the physical reality they once described.
Here’s another: Page 1 meeting room.
Never mind that the front page of tomorrow’s newspaper is no longer the lodestar of The New York Times and that the formal gathering known as the Page 1 meeting was given up two years ago.
Dean Baquet, the executive editor, and Joseph Kahn, the managing editor, have announced that a central newsroom meeting space will open this year as part of the renovation of our headquarters. They called it the “new Page 1 room.”
“A square of couches will replace the current vast conference table in an effort to foster a meeting more like the informal coverage conversations that happen in our offices; glass walls will promote transparency and, along with the room’s location, make the space more accessible to the rest of the newsroom,” they told the staff. “When not in use for a meeting, Page 1 will serve as a lounge of sorts available to anyone who wants to get away from their desk to work or meet casually.”
Long ago, all you needed for a Page 1 meeting at The Times was the space between Raymond H. McCaw’s ears. Mr. McCaw became the night managing editor in 1930. From a partitioned enclosure called the bullpen, where a powerful herd of nightside editors sat, he effectively ruled the paper. “McCaw had final say about editing of stories, their space allotment and position, and, most important, which stories would appear on Page 1,” Arthur Gelb wrote in his book “City Room.”
In 1946, however, an up-and-coming assistant managing editor, Turner Catledge, began holding a daily news conference at 4:30 p.m., to which the city, national, foreign, financial and sports editors were invited, as well as the bullpen editors. It was so impromptu at first that the editors met standing up. In “My Life and The Times,” Mr. Catledge explained: “The Times newsroom had no conference table (a problem that was overcorrected in later years when we had too many).
“Each editor would report to me on the news he had for the next day,” Mr. Catledge wrote, “and soon the editors would be discussing and criticizing their own stories and those of the other departments. I think some of the editors felt that these daily meetings were a threat to their longstanding autonomy (I certainly regarded them as such), yet to a greater degree I think the meetings were appreciated for giving the paper a central focus that had not existed for a long time.”
After Mr. Catledge became managing editor in 1951, the news conference moved into his office, which had a table that could seat about a dozen editors. During A. M. Rosenthal’s years as managing editor and executive editor, beginning in 1969, a preliminary news conference was held at 3:45 p.m. among deputy or assistant editors, followed by a 5:15 meeting in which department heads battled one another for the few precious slots on the front page.
The Page 1 meeting was moved to 5 o’clock under Max Frankel, who succeeded Mr. Rosenthal in 1986. “I let nothing take precedence over this 40-minute discussion among all the top editors of the 20-odd stories that department heads nominated for possible front-page display,” Mr. Frankel wrote in “The Times of My Life and My Life With The Times.” “I invited all their opinions before choosing six or seven articles and two or three photographs and then presiding over the page’s design.”
“To encourage candid conversation, I admitted only a few visitors to these meetings,” Mr. Frankel continued. “I turned down scores of requests from writers and filmmakers who wanted to record these conferences.” The first dedicated Page 1 meeting room — not part of the executive editor’s suite — opened in 1998, less than a decade before The Times moved out of its longtime headquarters at 229 West 43rd Street. The windowless, charm-free room was placed at the top of an open staircase that was meant to knit together the third and fourth floors of the newsroom.
It was easily outdone by the glass-fronted Page 1 meeting room awaiting the senior editors at the company’s new headquarters, 620 Eighth Avenue, designed by the Renzo Piano Building Workshop, FXFowle and Gensler, which is also working on the current renovation and consolidation of The Times’s space.
Dominating the room like an aircraft carrier with a flight deck of European cherry is a bowed table 25 feet long and 10 feet wide. You can’t actually land a Boeing Super Hornet on it, but you can seat 24 editors together. (Sometimes an equally challenging proposition.) Two dozen more attendees can watch from two long observers’ desks on either side of the room.
Like most furniture at 620 Eighth Avenue, the table was made by UniFor of Turate, Italy. It can be disassembled into 13 separate sections for storage, which is its current fate.
Two years ago, acknowledging the ascendance of mobile devices, Mr. Baquet changed the principal function of the meeting room. “The big daily free-for-all for editors to pitch their stories is no longer called the Page 1 meeting,” Kyle Massey wrote for Times Insider. “It is the 4:30 news meeting, and the printed front page is not on the agenda. A separate meeting for selecting front-page items will now be held at 3:30 p.m. with far fewer editors in attendance.”
Mr. Baquet said at the time that he was interested in finding a new name for the room. Readers suggested “Home Page,” “One Page,” “First Look,” “First Impressions,” “Brave New World” and “Landing Strip.”
Mr. Baquet and Mr. Kahn have done the right thing.
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Redacciones,
The New York Times
lunes, 14 de agosto de 2017
Un diario que no sale porque no le gusta la noticia
Peculiar declaracionismo de Página 12, que esperó a las tres y media de la madrugada para poder titular con comillas las declaraciones de CFK en lugar de averiguar quién ganó en las elecciones. Pero eso no es todo: mucho más interesante para la historia del periodismo es que Rosario 12 (la versión de Página para Rosario), no salió a la calle el diario Rosario 12 porque no le gustaban los números de las elecciones a la hora que tenían que salir. Abajo el texto del recuadro que aparece en la portada de Página 12.
jueves, 3 de agosto de 2017
La resistencia de El Nacional de Caracas
Desde el exilio Miguel Henrique Otero escribe el editorial de hoy por los 74 años de El Nacional de Caracas:
Los 74 años de El Nacional
No hay encuentro, foro o reunión de trabajo de medios de comunicación en América Latina, Estados Unidos y Europa, donde no se hable del “milagro” de El Nacional.
Contra todos los pronósticos que sembraron los agoreros de siempre, contra la constante y múltiple presión del gobierno por hacernos desaparecer, y a pesar de las amenazas de algunos desaforados voceros del régimen que anunciaron que no llegaríamos a 2017, El Nacional cumple hoy su aniversario 74.
No hay encuentro, foro o reunión de trabajo de medios de comunicación en América Latina, Estados Unidos y Europa, donde no se hable del “milagro” de El Nacional. Cuando lo escucho o me preguntan qué lo ha hecho posible, mi respuesta es siempre la misma: el milagro lo constituyen los periodistas, empleados y obreros de El Nacional; su diaria entrega, el rigor con que ejercen la profesión de informar, la voluntad de continuar por encima de las numerosas dificultades y riesgos que el reporterismo representa en Venezuela.
Por fortuna, el de El Nacional no es el único caso. En las semanas recientes los venezolanos hemos presenciado un extendido fenómeno: la eclosión en todos los estados de un reporterismo, no solo de profesionales sino también de ciudadanos que se ha sobrepuesto al embate de la violencia y ha continuado adelante con su tarea.
El logro, no el único, pero sí uno de los de mayor significación, ha sido que los muertos y heridos que ha causado la coalición militar, policial y paramilitar que la dictadura puso en movimiento en contra de las protestas legales, legítimas y desarmadas, no fuesen achacadas a quienes protestan. Porque ese era el plan: matar y acusar a las propias víctimas de los ataques.
Frente a la realidad de un país que protesta a diario y sin descanso, el periodismo ha realizado su tarea de forma admirable; ha mostrado a Venezuela y al mundo lo que ha ocurrido, salvando los peligros reales, la persecución de los funcionarios, el hostigamiento físico y verbal en las calles. Ha estado en los lugares donde los desalmados han disparado balas y bombas lacrimógenas en contra de personas indefensas.
Otra fortuna es que El Nacional no es una excepción. Como tantas otras empresas, organizaciones no gubernamentales, comunidades, familias y personas, esta casa ha logrado resistir, a pesar de las inmensas dificultades económicas, operativas, legales y de constante discriminación y asedio por parte del poder.
Todas las empresas tienen signos que son datos esenciales de su historia y de su cultura. Si algo ha marcado el destino de El Nacional es su demostrada capacidad de resistir. Hemos alcanzado los 74 años con los niveles más altos de lectoría de toda nuestra historia. Ninguna recompensa es más alta que esa: la de los millones de lectores que siguen el trabajo de este diario y el de todos nuestros reporteros, día tras día, hora tras hora.
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