31 de diciembre de 2017
31 de diciembre de 2016
Storytelling finally adapts to mobile
The year about to end has only been a springboard to what is to come in the area of what I refer to as linear visual storytelling. In this type of storytelling, the narrative and the visuals flow in a linear way from top to bottom, exactly the way we communicate when we text or use WhatsApp on our phones.
Mario García
I recently titled one of my presentations “2017: the year storytelling (finally) adapted to the platform.” Indeed, this past year has been one in which many major newspapers took giant steps forward to advance storytelling specifically written and designed to be consumed on mobile platforms.
However, the year about to end has only been a springboard to what is to come in the area of what I refer to as linear visual storytelling. In this type of storytelling, the narrative and the visuals flow in a linear way from top to bottom, exactly the way we communicate when we text or use WhatsApp on our phones. I show you here an image from my presentation depicting the way we do narratives in our daily lives:
But a majority of newsrooms continue to prepare stories in the traditional manner of headline, summary, and text, the way information is presented on the printed page, with any visual assets displayed separately, often as photo galleries, isolated from the flow of the text.
That is simply not how we read on our mobile devices.
So I predict that we will see a stronger movement to favor customizing stories, especially those that are rich in visual assets (photos, videos, infographics) to be presented in a linear way, then adapted for other platforms. Warning: What works for mobile storytelling is not necessarily right for print, for example. Videos will play a vital role as visual assets in linear storytelling, with a reminder to editors and designers that videos on mobile should be short and informative.
Digital transformation will continue to be a major theme in 2018, an advancement for some, a beginning for others. Smaller regional newspapers globally will aim for some type of strategy leading to digital transformation. It’s begun to happen, although not expediently enough.
This will bring about greater need for training, especially in the area of storytelling for mobile. Newsrooms need to become classrooms where training is constant, and laboratories where experimentation is part of a strategy.
We will also see greater experimentation with advertising that is suitable for mobile platforms. Publishers are aware that Google and Facebook are projected to account for about 61 percent combined of the U.S. digital ad market. The audience is there, too. The way we present news and advertising on those platforms must be customized as well.
For 2018, I see major progress in how we tell stories on that preferred platform which is our phones. Because the traffic is going to be there, so will be opportunities to monetize with creative advertising that includes sponsored content.
Finally, let’s remember that in the digital world, experimentation never stops, new product creation is always welcome, and the interest of our readers in news has never been greater. This is a good formula on which to base our plans for 2018.
Las verdades eternas del periodismo
Las nuevas generaciones serán las encargadas de honrar el valor principal de la tarea periodística: la información confiable
Entre la alegría por los galardones que recibirá esta pléyade de colegas más jóvenes, un periodista veterano aventura alguna reflexión sobre el oficio que comparten. La primera es no temer del valor de las palabras: ellas constituyen una elite en la constelación periodística, cuyas imperfecciones son tan extendidas como las de cualquier otra actividad humana. Enciendan el televisor y lo verán.
Van treinta años de una revolución tecnológica que ha transformado al mundo. Lo ha hecho en las comunicaciones y el periodismo; en la medicina y la agricultura. Ha trastocado conductas individuales y colectivas, sin habernos preguntado lo suficiente si a causa de esa revolución somos mejores, más solidarios, más responsables que en el pasado. Estamos conectados como nunca, pero cuando observamos una mesa a la cual dos personas se sientan, y se abstraen en telefonías celulares, renovamos la noción de que no hay fenómeno social ni progreso sin paradojas evidentes: sabemos que no hay sustituto trascendente para el encuentro directo de dos almas en el cruce múltiple de la voz, la mirada, los gestos.
Somos 7600 millones los habitantes del planeta y casi la mitad, entre 3200 y 3500 millones, estamos conectados a Internet. En la Argentina hay más celulares que personas, 60 millones. Alrededor de 2500 millones de computadoras personales operan hoy mundialmente en hogares y, sobre todo, en oficinas. La compra por Bayer del gigante de los agronegocios Monsanto ha impactado por la magnitud de la operación, hecha en 66.000 millones de dólares. Poca cosa, sin embargo, al lado de la capitalización de Apple, que es de 870.200 millones de dólares y la convierte en la empresa más valiosa del mundo, no sólo del campo electrónico.
Cuando entré en LA NACION, hace unos cuantos años, un viejo secretario de Redacción enviaba cuartillas manuscritas al taller de composición. Nunca había cedido a la conveniencia de aprender el uso de la máquina de escribir. A su trabajo se adosaba el de un linotipista, capaz de descifrar su letra y fundirla en plomo. Resistencia al cambio, y lo opuesto: admiración encandilada por los beneficios incuestionables del cambio y, por lo tanto, perturbación para registrar que las revoluciones instrumentales pueden arrasar con casi todo, menos con las verdades eternas. He visto morir oficios: sacapruebas, linotipistas, tipógrafos, pizarreros... y casi no veo a aquellos correctores y ordenanzas de la legión logística que hacía posible, en tiempo y forma, la entrega y la calidad de las labores. La tecnología a nuestra disposición asombra, y asombrará más si el papel llega a actuar como un polímero, por qué no, que embeba nuevas habilidades y se vacune así contra los denuestos que recibe desde hace tiempo. ¿Acaso las pantallas no empiezan a sumar condiciones de flexibilidad que se hubieran dicho inverosímiles?
Ariel Torres, uno de los ases del periodismo digital, dice en su último libro que la velocidad de su última computadora es 7000 veces mayor que la de la primera que usó. Eso lo lleva a pensar que si la velocidad de los aviones comerciales hubiera aumentado en ese tiempo de igual manera estaríamos llegando a Europa en cuestión de minutos. La instantaneidad de la información, en palabras e imágenes, ha superado lo imaginable. Decenas y decenas de millones de personas opinan a toda hora en las redes sobre cualquier tópico del conocimiento humano. Están ensoberbecidas en la imaginación de que pueden gobernarse a sí mismas, sin intercesores institucionales. Plantean una crisis descomunal al sistema de representación política, que no atina a respuestas rotundas y se desmadra en balbuceos que desorientan aún más. Días atrás, uno de los políticos con ideas en la región, Julio María Sanguinetti, invitó a no bajar la guardia y conciliarnos en la defensa de las instituciones democráticas.
Adela Cortina Ortz ha propuesto fortalecer las tradiciones unificadoras. Se trata de cultivar la amistad civil y, sobre todo, la amistad académica de los que disfrutan de voz privilegiada. Como pescador en el río revuelto del desconcierto generalizado, entre tantos bruscos cambios sociales -modernización, globalización, migraciones compulsivas- prosperan los populismos. Sacan tajada inmediata, observa Cortina Ortz, tanto desde la derecha como desde la izquierda, con el derrame emocional de sus relatos, apropiados a la urgencia de los tiempos y a la irresolución de los problemas. No veamos en los populismos, dice la laureada filósofa española, doctrina alguna, sino la lógica de la acción política pura al servicio de muy diversos y contradictorios objetivos.
Los tuits con los que ametrallan a la opinión pública algunos políticos constituyen el signo estentóreo de la impulsividad de estos tiempos. No precisamente de la hondura de pensamiento, del aplomo y serenidad que se requieren para gobernar y conducir un país o un diario. Esta gran organización que es ADEPA ya no sólo acoge a medios de la prensa gráfica. Se ha abierto, además, a los medios que tienen su núcleo central en plataformas digitales. Sabe que la verdad de fondo, experimentada en siglos, sigue intacta: la información confiable es el valor principal; lo que en última instancia importa es la calidad de los contenidos periodísticos que se produzcan. Las nuevas tecnologías habilitan hasta para hacer minería de datos en los socavones más recónditos e inalcanzables para el voyeurismo multitudinario. Sin embargo, nos asalta la duda de si estamos dispuestos a indagar más en asuntos que se hallan cerca de la epidermis ciudadana y de los que se evade la mirada porque su examen incomode, por decir lo menos. Son temas que van desde el orden social compatible con una sociedad razonablemente organizada hasta su opuesto, el desorden que daña por doquier derechos y libertades y jaquea hasta la integridad del Estado. Que van desde si actuamos con conciencia de lo que significa quebrar la intimidad de las personas hasta la necesidad histórica de buscar respuestas tanto para la degradación de la educación pública como para verificar si ha habido equidad en la revisión de las secuelas del terrorismo de ida y vuelta de los setenta, nuestro peor momento del siglo XX.
En Libertad de palabra, el historiador inglés Timothy Garton Ash recuerda un voto de 1927 de Luis Brandeis, famoso juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Brandeis decía: "Quienes ganaron nuestra independencia creían que la felicidad se basaba en la libertad y que la libertad se basaba en la valentía". Garton Ash nos pone en la situación de que ni siquiera alcance con la protección de una justicia independiente para garantizar nuestras libertades. Que la templanza de carácter y el coraje harán lo que nadie ni nada podría hacer por nosotros mismos: condición tan constitutiva de la defensa eficiente del derecho a la libertad como lo es para la naturaleza humana la necesidad de saber verdades. Si no contrastamos triunfalmente los valores confiables del periodismo de clase con la desinformación oceánica que navega por las redes sociales, habremos naufragado en la decadencia de una época. La mentira por ignorancia, afición o especulación rentada no puede disimularse en la inaceptable categoría de los hechos alternativos.
No debe preocuparnos ser mirados de reojo si al escribir o al hablar prescindimos de palabras que han hecho un ingreso inesperado y arrollador en el periodismo de estos tiempos: resiliencia, empoderamiento, grieta (arduo eufemismo por "abismo"), disruptivo, macho alfa y, claro está, círculo rojo. Más que por encender contrariedades en el desdén por las modas, preocupémonos por carecer de la mirada larga, la que está atenta al porvenir, o por rendirnos de modo acrítico incluso a la más fantástica de las maravillas tecnológicas a nuestro alcance. Si actuáramos de otra forma, opacaríamos la luz interior de algunas verdades fundamentales como la que nos transmiten, con no poca hidalguía, los especialistas en ciencia digital: "El algoritmo es, en esencia, un editor que escoge lo que juzga importante de acuerdo con la opinión de otro que sabe qué es lo importante".
Esa verdad nos reafirma en la certeza de que el hombre está en el comienzo y el fin de todo. Cómo no celebrarlo con ustedes.
Las suscripciones digitales en prensa sí funcionan: cinco casos de éxito
Periódicos de EE.UU. y Reino Unido están aplicando con éxito modelos de venta de contenidos digitales.
por Fernando Cano
2017 nuevamente cerrará con malas noticias para la prensa. Las previsiones indican que al explosivo cóctel de caída de la circulación y de reducción de la publicidad en papel se ha sumado un nuevo y peligroso ingrediente: la ralentización de los ingresos por publicidad digital, que impide que los grandes editores de prensa compensen el desplome del papel.
Desde el comienzo de la crisis hace una década, la publicidad digital había sido un refugio para los editores, pero la irrupción de Facebook y Google, captando al menos siete de cada diez euros (de un total de 1.565 millones) que se invierten en publicidad digital, deja muy poco espacio para ganar cuota de mercado.
Los últimos datos de Infoadex indican que la publicidad en diarios en papel cayó un 8,5% entre enero y septiembre y que la digital solo mejoró un 5,4%. Si consideramos que todavía más del 60% de los ingresos publicitarios de los diarios llegan por el papel, la cifra final es preocupante. De hecho, a este dato hay que sumarle que las ventas de los grandes diarios hasta octubre han caído una media del 15%.
Éxito en EE.UU. y Reino Unido
Con estas cifras, es más que probable que al cerrar este año los grandes editores reduzcan sus ingresos globales ya que la publicidad digital crecerá menos de lo que caerá su facturación impresa. Una coyuntura que obliga a buscar soluciones y explorar vías de financiación por venta de contenidos.
Un modelo que no es ajeno a los medios españoles y que algunos grupos como Vocento ya experimentan en algunos de sus diarios regionales como El Correo, El Diario Vasco o El Diario Montañes. El problema es que ninguna gran cabecera tradicional -entendida como un grupo con ediciones en papel y digital- se atreve a dar el paso, argumentando que el mercado no está maduro y que ningún modelo en el mundo ha demostrado su eficacia.
No obstante, sí existen modelos exitosos que han demostrado que el pago es posible. Modelos de los que los grandes editores podrían extraer algunas lecciones. EL ESPAÑOL cuenta sus historias.
'The New York Times'
La dama gris alcanzó los 2,48 millones de suscriptores digitales de pago al cerrar el tercer trimestre (NYTimes.com, Crosswords y Cooking), un incremento de 154.000 respecto al trimestre anterior y del 59,1% en un año. El dato es clave para explicar que en este mismo periodo los ingresos globales crecieran un 6,7% después de un retroceso del 9% de la publicidad y una mejora del 13,6% por los ingresos por suscripciones.
Hasta septiembre el 35% de los ingresos totales ya llegan por la vía digital (publicidad más suscripciones) frente al 58% de la edición impresa. Se espera que para 2010 el 50% ya sea digital. Visto el éxito y con un precio medio mensual de 15 dólares -lo mismo que cuenta una suscripción de Netflix o la compra de unos diez ejemplares en papel- The New York Times ha decidido dar un nuevo paso.
El diario ha anunciado hace pocos días que reduce de diez a cinco el número de noticias gratuitas que se pueden ver en su portal. En 2011 cuando decidió apostar por el pago, este muro era de veinte noticias. Se avanza hacia un modelo de pago total.
'The Wall Street Journal'
El diario propiedad de News Corporation (Rupert Murdoch) ya roza el millón de suscriptores digitales. El periódico alcanzó a finales del mes de junio la cifra de 948.000 suscriptores digitales, lo que supone 195.000 más que los 753.000 que tenía el año anterior.
Los directivos del grupo han señalado en un comunicado que “el éxito de The Wall Street Journal es una clara muestra de la importancia del contenido de alta calidad que interesa a un público global”. Con un mercado publicitario inestable para la prensa, “la necesidad de contenido fiable y audiencias premium no hará más que aumentar”, indican.
Un cifra de abonados que, además, le permite tener datos de una audiencia muy atractiva para anunciantes. “El 79% es hombre, el 88% está por encima de los 50 años y el 70% gana más de 100.000 dólares al año. Más de nueve de cada diez lectores (92%) tiene educación universitaria”, ha indicado recientemente Carla Zanoni, editora ejecutiva del desarrollo de la audiencia del WSJ.
'The Washington Post'
En agosto de 2013 Jeff Bezos, el dueño de Amazon, compraba The Washington Post, la mítica cabecera que destapó el Watergate, pero que en los últimos años atravesaba por serios problemas económicos. Bezos apostó desde el primer momento por la reconversión digital.
En mayo, según cifras de Comscore, tuvo 78,7 millones de usuarios únicos y 811 millones de visitas. En términos globales los datos de crecimiento se sitúan en el 22% interanual. Una mejora que también se ha traducido en aumento de abonados solo digitales. En una nota interna distribuida a los empleados el editor Fred Ryan aseguraba que “a principios de este año cruzamos la marca de un millón de suscriptores de pago exclusivamente en digital”.
El responsable del Post también desveló que las suscripciones digitales se han triplicado respecto al año anterior. El diario también ha apostado por el pago en contenidos digitales que ha ido de la mano del contenido de calidad, las exclusivas y las investigaciones que se ha realizado a la administración del presidente Donald Trump.
'Financial Times'
En noviembre, el diario financiero anunciaba que tenía 900.000 suscriptores, de los cuales más de 700.000 son suscriptores exclusivamente digitales y otros 190.000 corresponden a la edición impresa. En una nota interna dirigida a su personal, el director ejecutivo John Ridding calificó de “un hito importante y un logro fantástico” haber alcanzado la mayor cantidad de lectores de pago en sus 130 años de historia.
En 2013 los abonados digitales de Financial Times superaron a los del papel. Tan solo un año después, el diario consiguió que los ingresos relacionados con el contenido superara a los derivados de la publicidad. Sin embargo, no sería hasta diciembre de 2016 cuando el diario consiguiera que sus ingresos digitales también fueran superiores a los del diario en papel, convirtiéndose así en el primer periódico británico en lograrlo.
'The Guardian'
A diferencia de otros medios como The New York Times, The Wall Street Journal, Financial Times o The Washington Post, el británico The Guardian decidió no instalar un muro de pago para sus contenidos digitales, sino apostar por las membresías. La consulta de sus contenidos es gratuita, pero el diario pide a sus lectores que colaboren económicamente para apoyar su labor periodística.
The Guardian ofrece tres tipos de membresía: el supporter, que aporta 5 libras al mes (65 dólares al año), el partner 15 libras mensuales (196 dólares al año) y el patron 60 libras al mes (790 dólares anuales). Un modelo que les ha permitido tener 800.000 lectores que le apoyan económicamente, lo que ha propiciado que ya reciban más ingresos de sus suscriptores que de sus anunciantes.
Medio millón de lectores son suscriptores o miembros de The Guardian, mientras que otros 300.000 usuarios han realizado durante los últimos doce meses algún tipo de aporte económica individual. El diario cuadriplicó los lectores que pagan una membresía mensual, pasando de 75.000 a 300.000 miembros el año pasado.