De la asamblea de la Sociedad Interamericana de la Prensa queda todavía la entrevista a su nuevo presidente publicada por
La Nación el domingo 20 de octubre, y
el editorial de La Prensa Gráfica (San Salvador) de ayer. Dan lugar a un largo comentario que pondré abajo. Aclaro que es una opinión disruptiva sobre el concepto de libertad de prensa tal como lo plantea la SIP y la industria en general en nuestros países. Voy a intentar exponer de un modo integral mis argumentos, uniendo lo que he expresado de muchos modos y durante mucho tiempo en este blog.
José Roberto Dutriz. “La prensa vive tiempos complicados en la región”
El salvadoreño director de La Prensa Gráfica asume en una asamblea en Córdoba como presidente de la SIP; encontró similitudes en el vínculo de Bukele y de Milei con los medios
por Gabriela Origlia
José Roberto Dutriz será el primer salvadoreño en presidir la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Asume el cargo en el marco de la asamblea que se realiza en la ciudad de Córdoba. Presidente y director de La Prensa Gráfica en El Salvador, asegura sentir “lástima” de que en su país y en varios otros de América Latina gobiernos y medios no puedan dialogar. “Nos hace falta escucharnos tanto el gobierno como la prensa. No se puede estar señalando y estigmatizando; polarizar la sociedad no es bueno para nadie. La libertad de prensa es una piedra angular para la democracia”, plantea.
En diálogo con La Nación, Dutriz planteó que “hay un punto de encuentro, un parecido” entre el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, y el argentino Javier Milei, respecto a la forma en que se relacionan con el periodismo, a cómo lo cuestionan y a cómo reaccionan ante las críticas. Planteó que la popularidad de ambos “puede verse afectada positivamente con la legitimidad que le pueden dar los medios, no hay que desistir de intentarlo”.
Hace un mes la SIP realizó una misión a El Salvador; sus representantes no fueron recibidos por nadie del gobierno. En ese contexto, el presidente saliente de la institución, Roberto Rock, alertó sobre las condiciones cada vez más hostiles para ejercer el periodismo en el país. Remarcó que hay un creciente acoso judicial, fiscal y en las redes sociales a los periodistas y un acceso limitado a la información pública.
Bukele estuvo en la Argentina hace dos semanas después de encontrarse en la Asamblea General de la ONU con Milei, en Nueva York, donde ambos hicieron críticas al organismo multilateral. Los dos presidentes mantienen cierta sintonía de sus agendas y simpatizan mutuamente.
–¿Cómo evalúa la situación que vive la prensa salvadoreña?
–Estamos en tiempos complicados en la región. En El Salvador, en Nicaragua, en Venezuela, en Cuba. Parece que hubiéramos regresado a algunas conductas que son peligrosas. Afrontamos un desafío doble. Por un lado, la sostenibilidad de los medios que es un reto continental y global. Estamos en ese proceso. Cuando nació internet y los periódicos avanzaron en sus webs en 1995 o 1996 teníamos 20 años para prepararnos. Con la Inteligencia Artificial (IA) y las nuevas tecnologías que son más disruptivas, estamos mucho más urgidos. El otro de los problemas es competir contra la desinformación; las fake news son un atentado. Es una defraudación a los millones de audiencias que tenemos los medios con credibilidad. Hay que saber pelear, escoger la batalla. Los medios hacemos énfasis en la sostenibilidad y en la defensa contra la desinformación. Son las avenidas principales que transitaré como presidente de la SIP.
–¿A qué adjudica ese “regreso” al ataque a los medios, a los hostigamientos a los periodistas?
–Mucho tiene que ver con los gobiernos, con los líderes que están ahora.
Hay diferentes estilos. Por ejemplo, está un Milei que es libertario, que tiene una visión muy amplia, una mentalidad empresarial; el paraguayo Santiago Peña, un empresario y académico, preparado. Son estilos que tienen que convivir, que tienen parecidos y diferencias. Peña es más inclusivo. Está Bukele, el presidente con mayor popularidad de América Latina. Todos se mueven en un contexto en el que quieren progreso económico, que las sociedades de sus países sean libres, con desarrollo humano. Hay que sacar lo mejor de las experiencias, pero están cometiendo el error de cerrar el acceso la información. Hay que decirlo con sinceridad. Milei sacó el decreto que apagó el instituto de acceso a la información pública; Bukele hizo lo mismo.
–¿Ve parecidos entre Milei y Bukele?
–Hay una línea similar. Milei se ha pasado de tono; ha llamado a los periodistas “ensobrados”. Esto existió en el pasado en la Argentina, no lo podemos desconocer. En El Salvador ese no es un tema que ahora sea relevante. El mandatario salvadoreño tiene rasgos similares a Milei. Usar su liderazgo, que lo tiene, y está haciendo cosas importantes, pero desde la óptica de la prensa independiente sentimos que se puede hacer mucho más. Uno de los tres Nobel de Economía, James Robinson, estuvo en un encuentro nacional de la empresa privada en El Salvador, y señaló que el país necesita estar de frente a las instituciones y no tenerlas atrás del poder. El deber hacer que es que funcionen las instituciones.
–Además del periodismo, ¿qué otros sectores reclaman por la institucionalidad? ¿Asusta la falta de institucionalidad?
–Asusta, sí. El fenómeno en El Salvador es que el empresariado está tomando cierta confianza, saliendo del letargo en el que estuvo en los gobiernos de izquierda. Los grupos locales aprovechan la coyuntura; hay inversión, está creciendo el empleo. Bukele logró una imagen muchísimo más positiva del país que la de los últimos 10 años y eso se ve, por ejemplo, en la demanda turística. Lo puso en el mapa, también con la criptomoneda. Eso es lo positivo; está claro que el país tiene que avanzar y salir de la pobreza.
–Mencionó al empresariado local, ¿a los extranjeros les preocupa la institucionalidad?
–Hay un potencial pero se necesita profundizar la institucionalidad, reglas más claras, mejor seguridad jurídica y respeto a las libertades que exigen un rendimiento de cuentas por parte del gobierno, respeto a la libertad de prensa. Con el FMI no avanzó porque no estableció aristas que debería haber generado, como es haber impuesto el bitcoin como moneda de curso legal. Tenemos tres monedas: el Colón, el dólar y el bitcoin, que solo tiene el 3,5% de la población, el resto se maneja con el dólar. Es una paradoja que los niveles de Inversión Extranjera Directa (IED) no crezcan; no se logra atraer capital y espero que eso se supere.
–¿Cómo lo afecta a usted el hostigamiento a la prensa de Bukele?
–Hostigamiento es una palabra importante. Digamos que hay un proyecto deliberado en socavar la sostenibilidad de los medios en general y, principalmente, de los medios escritos. Existe un diario propagandístico nuevo que podría señalarse como innecesario. Podría haber un periódico público pero no está bien hacerlo en un plano oculto, en una sociedad subsidiaria en la no puede entrar la Corte de Cuentas (auditoría). Su contenido es un esfuerzo propagandístico no informativo. La SIP hizo una misión a El Salvador hace un mes y lastimosamente vimos lo que también sucedió en la Argentina: Bukele no la recibió, tampoco nadie de su gabinete. Como lo que vivimos en esta asamblea, a la que Milei mandó una carta diciendo que no podía estar acá ni tampoco su jefe de gabinete [Guillermo Francos], ni la canciller Diana Mondino como se había anunciado.
–¿Qué le provocan esas decisiones?
–Lo que sentimos es lástima de no poder sentarnos y escucharnos. Nos hace falta escucharnos tanto el gobierno como la prensa. No se puede estar señalando y estigmatizando; polarizar la sociedad no es bueno para nadie. La libertad de prensa es una piedra angular para la democracia, que es el sistema más exitoso en que se puede vivir y desarrollarse. El exceso de autoritarismo no es bueno. Lo hemos visto con Hugo Chávez en Venezuela, con Cristina Kirchner en la Argentina. Tenemos esperanza en que este tipo de cónclaves y sus conclusiones puedan hacer cambiar estas actitudes.
–¿Confía en que Bukele o Milei podrían cambiar sus conductas para con la prensa?
–Hay un punto de encuentro, un parecido entre los dos. No ofrecen conferencias de prensa, por ejemplo. Respetamos esas decisiones, pero no las compartimos. Los dos saben que su popularidad puede verse afectada positivamente con la legitimidad que le pueden dar los medios. No hay que desistir de intentarlo. Si esa insistencia no funciona a nivel de salas de redacción, hay que hacerlo desde la cúpula empresarial de los medios.
–Cada vez son más los dirigentes que prefieren enviar audios a través de sus oficinas de prensa en vez de conversar.
–Hay que aprender a escucharse. Si esa manera es cómoda puede ser un primer paso, pero los ciudadanos merecen acceso a una información que les permita tomar decisiones, todos tienen derecho a que el gobierno les rinda cuenta. Los ciudadanos constituyen los recursos del erario público y tienen derecho a saber qué hacen con sus impuestos, con su dinero. El Salvador, por ejemplo, tiene una modalidad ‘de reserva’, de no acceso a determinadas inversiones del Estado y eso no es saludable.
–¿Qué planes tiene al frente de la SIP en una región donde la prensa es atacada en forma creciente por el poder político?
–La SIP tiene 80 años y yo seré su presidente número 80 y va a seguir intentando crear los espacios para poder hacer sociedades libres y desarrolladas a través de la libertad de prensa y de expresión. Visitaré Panamá el mes próximo, donde el presidente Laurentino Cortizo suscribirá el Acta de Chapultepec y la Declaración de Salta. Ese es el deber hacer nuestro. Me reuniré con Claudia Sheinbaum en México, donde Andrés López Obrador tampoco nunca recibió a las misiones de la SIP. En estas reuniones con referentes y legisladores, se trata mejorar condiciones. Por caso, se avanzó en la despenalización de la crítica periodística; ya quedan pocos países que sostienen la penalización. En El Salvador quedó en el ámbito civil gracias al lobby de la SIP.
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Es evidente que no hay democracia sin periodismo y que el periodismo necesita un ámbito de libertad para su ejercicio. Pero el periodismo es un negocio, aunque el negocio sea cambiar el mundo (y cambiar el mundo es el mejor negocio de todos).
En esta casa hemos escrito suficiente sobre el negocio del periodismo y sobre la necesidad de la independencia económica para que sea un negocio de verdad y no caiga en la extorsión al poder o en otros modos de conseguir dinero que no sean la provisión de certezas a las audiencias.
En muchos medios de nuestra América están pasando cosas parecidas a un hecho reciente que relato : un anunciante importante, enojado con una columna de opinión, decide retirar toda la publicidad del periódico más importante de un país sudamericano. Está claro entonces que no necesitaba la publicidad para vender sus productos sino para que el periódico leo proteja. Eso se llama extorsión pasiva.
Si el periodismo no es independiente no es periodismo y por tanto es otro negocio. Y no son independientes los medios públicos, ni los que arreglan sus finanzas con el gobierno, ni los que intercambian pauta publicitaria por favores a cualquier poder.
Entonces resulta imperioso ganar dinero, porque si no, no hay periodismo.
¿Debe/puede tener privilegios el negocio del periodismo? ¿Puede/debe distinguirse de otros negocios? Si partimos de que tiene que ganar dinero, no creo que deba tener privilegios, aunque sea esencial para la democracia. ¿O alguien piensa que los medios deben estar subvencionados por el estado por ser esenciales para la democracia?
Bueno, sí, son muchos los que lo piensan y lo reclaman.
En lugar de quejarse, la SIP debería celebrar su mala relación con los gobiernos, porque lo peor que le puede pasar al periodismo es que esa relación sea buena, por lo menos si se cumple el rol fundamental de controlar al poder. Si el poder se enoja con el periodismo es señal de que estamos haciéndolo bien y que por tanto ganaremos dinero genuino en lugar de caer en la extorsión o en la mendicidad, que es la mejor garantía de la decadencia de la industria y es a donde nos lleva el discurso de la SIP o de ADEPA.
La política es un factor meteorológico; cuando llueve hay que salir con paraguas y no sirve de nada quejarse. El periodismo es una profesión y una industria de próceres a quienes no les interesa el dinero y por eso ganan dinero. Y no es un negocio de millonarios que lloran ayuda a los gobiernos y les piden privilegios para no perder dinero.
La libertad de prensa no es la protección de un negocio sino la posibilidad irrestricta de hacerlo. Si se respeta o no la verdad –que es la misma esencia del negocio– no le corresponde decidirlo al gobierno sino a las audiencias; y a los jueces en el caso de que alguien se sienta afectado por una publicación. Esta condición se da solo en un esquema constitucional que garantice tanto esa libertad como la plena independencia del poder judicial.
La fortaleza económica y la libertad de prensa son dos naipes que se sostienen uno al otro. No hay negocio sin libertad y solo si hay negocio hay libertad. Mientras haya audiencias ávidas de verdad habrá proveedores de esa verdad, pero sobre todo habrá próceres que la buscan afiebrados aún a costa de su fortuna, de su libertad y de su vida.